viernes, 24 de febrero de 2012

playas de pimentel






Llegamos muy temprano a Chiclayo, ciudad que ya conocemos. Compramos boletos supercama para irnos durmiendo a Lima mañana, ya nos queda poco. Pasaremos dos días en las playas de Pimentel, a catorce kilómetros, pues en España no tendremos esa oportunidad. Cogemos una combi bien apretaditos. Han subido los precios y nadie paga lo que pide el chaval, sino lo de siempre. Luego nos metemos en una casa colonial rebonita para dormir esta noche. El Hostal Garuda es un casón abierto de puertas de rejilla, suelos de mosaico y teatinas en los techos. Nuestra habitación da a un patio con plantas. Lavamos ropa y descansamos un rato.
La playa se va llenando poco a poco. La marea está baja y hay una franja inmensa de fina arena. Tan grande, que han colocado restaurantes móviles junto a las sombrillas y hamacas con toldos. En unos de ellos nos instalamos. Bebemos cerveza e Inca cola con unas tortas de choclo y ceviche de tapa. Es una playa popular, divertida, alegre. La gente se tapa con la arena para hacerse fotos. Llegan barcos con pescado, y se amontonan a comprar. Entran las/los bicicarros y cargan. Nuestra mesera me dispensa Hamilton por unidad, mientras dibujo la familia al completo y a algunos clientes. Hay peruanos de todas las edades y gringos de muy pocas. También hay carritos de helados y marcianos, niños vendiendo chuches y figuras horrorosas hechas con conchas, y algún brasilla peruano de esos que vienen de los USA y ahora  viven al lado de los famosos y todos los días van a un concierto en Florida. Insoportable la clase media peruana con aires de grandeza. La clase alta, ni la hemos visto.
Esto es el Paraíso, dice el ardiente brasilla, y  lo parece. El muelle se perfila más largo que en Huanchaco y la gente se lo pasa mejor. Cuando nos retiramos, cientos de niños brillan entre la espuma.
Visitamos la casa del héroe nacional y capitán piloto José A. Quiñones, que viviera aquí 25 años y murió joven en el conflicto de 1941 con Ecuador. Nos lo enseña un oficial de la base aérea cercana, mientras un soldado se aburre haciendo guardia en la puerta. Hay fotos de Quiñones de niño y su vuelo invertido de graduación. Su cama, las tazas de café, la cubertería. Es interesante ver una casa de principios del siglo XX. Muy abierta, sin puertas (aquí nunca hace frío), y con los techos muy altos.
Cenamos ceviche con pescado, cangrejos, mejillones, pulpo... echamos de menos las algas, y de más el rocoto, que acabará con nuestro estómago.



El héroe nacional José Abelardo Quiñones, inmolado en el conflicto del 41 con Ecuador y que vivió durante 25 años en Pimentel, aparece en los billetes en curso de 10 nuevos soles. En el más reciente (arriba) sólo en el anverso y en los más viejos, en el anverso y en el reverso, haciendo su pirueta característitica y que ya emplease en su graduación: el vuelo rasante invertido, a 150 centímetros del suelo.

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