jueves, 23 de febrero de 2012

chachapoyas con perdón





Aprovechamos la vida anodina de esta pequeña ciudad (unos 25000 habitantes) para descansar paseando. Es una pena no llevar cámara de fotos, pues hay muchas tiendas que junto a su letrero tienen dibujadas algunas muestras de sus productos: máquinas, modelos de peluquería, zapatos, bebedores de jugo natural, etc. La gente llena los bancos de la plaza y deja pasar el tiempo. Los jóvenes se divierten en la Ricachonita, una fiesta de Carnaval en que se tintan de negro con pringue  de taller (dibujo) y se manchan unos a otros. Vemos paredes con pequeñas manos impresas y andamos cautos. También llenan un árbol de ropa y bolsos, que luego vemos vacío y en el suelo. Unos niños trepan por los restos.
La calle peatonal es digna de ver, así como todas las céntricas, de casas blancas con bonitos patios de madera y balcones pequeños y trabajados en colores verdes, marrones o rojos, también de madera. El mercado permite una panorámica de todos los puestos de fruta, desde arriba, bastante interesante y colorista. Nos presentan una nueva fruta, para nosotros, el noni. Es como una patata con forma de cacahuete y decorada con caliches cuidadosamente. No la probamos, la usan para jugo, pero siempre mezclada pues tiene un sabor extraño.
Nos sentamos en la plaza y dibujo a la gente desganado. A las siete cogemos un bus semicama a Chiclayo. Cenamos y luego nos dormimos. A veces se oye una bebé berrear. ¡Angelitos!

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