Margarita como una madre, dan ganas de comérsela a besos. El patrón da cuerda al reloj y empieza a tocar los cuartos. Aperreamos y luego paseamos por la Avenida Nicolás de Pierola hasta la Plaza Dos de Mayo con sus casas azules e iguales, el mercado mayorista de frutas y la Plaza de Castilla. Bonito el cine Tauro.
Compramos los boletos a Trujillo, esperamos y nos montamos en un bus de sillones inmensos y cómodos de 160 grados.
Dunas y dunas y pedruscos sobre la arena. Extraña la niebla entre. Bonito al atardecer cuando el contraluz da tonos de grises distintos a cada capa de dunas y esa atmósfera de sueño a los oasis de los pueblos con río. Vergeles con frutales en Casma. La arena coge las líneas onduladas del viento y se parapeta la carretera para no ser cubierta por la arena.
Trujillo es una vieja conocida. Bajamos Independencia, el Museo del juguete y su café recargado, la plaza, enorme, con un gran prado donde garciosos y bailarines montan su espectáculo, y el Plaza Chicken con unos sandwiches de excelente calidad. Increíble que sea del tamaño de Arequipa, esto es mucho más provinciano. Ni un gorro, nada andino.
La casa es colonial, con dos hermosos patios para tomar el fresco. Beni ya está dormida y yo escribo con el eterno Hamilton en la boca. Disfrutaremos del verano ahora que tanto frío hace en España.
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