martes, 21 de febrero de 2012

kuélap

La nariz de Beni amanece muy bien.
Después de diversas averiguaciones, llegamos a la conclusión de que hay tres formas de llegar a la ciudad chachapoya de Kuélap: 1. Andando por un camino de nueve kilómetros con un desnivel de 1200 metros y que sale del río en Tingo Viejo. Ellos calculan de cuatro a cinco horas la subida. 2. Subiendo a Tingo Nuevo y allí esperar que las combis de turistas que vienen de Chacha (ellos llaman así a Chahapoyas, supongo que para no parecer groseros) traigan plazas libres. Y 3. Comprando una carrera de taxi que, regateando, puede costar cien soles, unos treinta euros, desde aquí una pasada.
Buscamos compañía para subir en taxi y así nos cueste la mitad; pero los tortolitos de Cusco ya han elegido la opción 1. Nosotros la opción 2, y si no hay plazas, pasar a la 3. Esto significa madrugón, subida de media hora y espera en la plaza de Tingo Nuevo. Es un pueblo reciente y, por tanto feo, que se hizo después de que el río Utcubamba creciera e inundase todas las viviendas de Tingo Viejo; por eso ahora hay una valla protectora de hormigón entre la calle y las casas, con unos escalones a ambos lados.
Pues aquí estamos, delante de un montón de animales recortados en el seto, esperando algún carro que no llega. Ni uno. Intentamos en un camión, pero se queda cerca. Después de dos horas de espera, pasamos a la última opción. Levantamos a un taxista de la cama y nos ponemos en ruta por un camino embarrado, comido en algunos tramos y de vértigo, que este señor debe conocer a la perfección pues va bastante deprisa.
Después de hora y media, pues hay que recorrerse el valle de punta a punta por las dos caras para llegar a la montaña que teníamos enfrente, llegamos. No hay  nadie excepto nosotros y el cobrador de impuestos. Ni un carro. Los puestos turísticos vacíos. Sacamos los boletos y subimos una escalera de un kilómetro entre árboles. Nos dan un plano de la ciudad. Llegamos a la cresta de la montaña, a la izquierda vemos un valle, a la derecha otro.
Enfrente una muralla de piedra amarilla de forma ovalada, de 6 a 12 metros de altura, y tremenda sobre la que ha crecido mucha vegetación. Es una fortaleza construida entre el 900 y 1000 que ocupa la meseta de la cumbre, a 3100 metros. El vigilante nos pide los boletos y nos da instrucciones, se han acabado los trabajos, estarán solos.
Entramos por la puerta tres, una apertura por la que sólo cave una persona o una llama, un tajo vertical en la piedra. Subimos las escaleras de piedra y arriba... el pasote. Mogollón de muros circulares comidos por la vegetación, más murallas, un torreón. Cada círculo es una de sus más de 500 viviendas que albergaban unas 3500 personas De dentro a afuera no se ve la muralla , pues es una terraza desde la que se ven ambos valles, como si un castillo de arena lo rellenamos por dentro.
A la altura de la puerta dos, aparecen los tortolitos del Cusco, que acaban de llegar, exhaustos, después de seis horas de subida. También un chavalín que pasta aquí sus llamas. Ya no tengo material y saco las acuarelas, los colores que me quedan, y me pongo a dibujar, mientras Beni se pierde entre árboles y muros completamente alucinada. A veces grita ¡mira aquí! pues al adentrarnos entre los árboles la cosa se pone cada vez más interesante. Estamos excitados, como si de golpe la ciudad fuera a desaparecer. Beni quiere que lo dibuje todo, pero le ruego que se calme, que lo disfrute.
Cerca de la puerta que han asignado a la salida hay un rodal de casas circulares muy enteras, donde pueden verse sus dos pisos, el aljibe, el hogar y las piedras de moler. En esta parte se ha reconstruído una casa entera con el tejado de paja muy empinado, tan mal que han tenido que poner contrafuertes de madera para que no se caiga. Más adelante está el tintero, un cono trucado invertido, donde se hacían las ofrendas. Llega un grupo de franceses. Beni y yo nos perdemos pisando raices, tocando el liquen de las piedras. Prefiero esto que la puesta en valor de arqueólogos y arquitectos, que el triunfo del hombre. Esto a la impoluta presencia de Machu Picchu.
Cuando bajamos se pone a llover. Hay más barro de vuelta y sólo queda confiar en la pericia del chofer. A veces paramos pues un camión está cargando papas para la selva. Los márgenes del camino están llenos de sacos de papas, que aquí se cultivan arriba. Las llevan a la selva y traen fruta y coca. Llegamos a tiempo de coger el bus a Chacha, que esperamos con María, que no quiere que nos vallamos y nos ofrece la noche gratis. Quiere que nos quedemos a la fiesta de Carnaval, que nos disfracemos con ella. Ustedes no son españoles dice, son peruanos. Ella quiere haser la carrera de actriz, después iré a España. Nos cuenta que Tingo Nuevo es un pueblo aburrido. La bulla, el alma, se quedó aquí.









Esto se alarga porque los carros vienen llenitos y no habrá cómo ir a Chacha, pero suerte un taxi que trajo contrabando y vuelve vacío. Sólo cuatro dise, y nos metemos seis y luego en el camino una mami y su bebito que llueve y no hay carritos amigo. Llovió bestia allasita arriba y baja el agua salvaje. Corre fuerte amigo con cuidado sólo una mano pues la otra siempre ocupada con la radio, el selular y la santiguasión delante de cada cruz. Y así tiene el carro embarradito de no ver la chapa. Malogró la manguerita y pierde petróleo que dos galones ya donde antes uno solito. Paramos amigo, se malogró el viaje, que el río saltó la carretera llevando piedras del derrumbe y no se puede crusar. Después de media hora, alguién entró con  las botas y le paresió bien. Ahora un carro llenito se aventura a crusar. Con éxito. Todos en movimiento. Cuando cruzamos toditas se pusieron a resar, y pasamos. Sólo veinte minutos amigo de carretera asfaltada (las carreteras de tierra son afirmadas). Sólo que muchos derrumbes y llenita de piedras con cuidado amigo que bestia fue l'aguasita  allá arriba. Yaah.
Nos deja en la Plaza y allí mismito cogemos el Hotel Plaza, buena pieza con baño, agua caliente, televisión y wifi, en otro patio como corral de comedias, que aquí son así. Cenamos de maravilla ternera encebollada, en tierra de vacas.

Sobre la cultura chachapoya, sus enterramientos y la ciudad de Kuelap, existe un estupendo documental de rtve que puede verse pinchando aquí. Y un artículo interesante aquí.

4 comentarios:

  1. Te mimetizas tanto con tus dibujos como con tus palabras. Se te está pegando el acento, vas a pintar de verde hasta los monegros; por otra parte, en primavera bien verdes que están

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  2. Interesantísima entrada, casi me has llevado allí a dibujar. Saludos..

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  3. Saludos a ambos desde el Virreinato.

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  4. Llevo casi una hora leyendo todo el viaje... Qué bueno!!!!

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