domingo, 26 de febrero de 2012

chinen limaos, mugre y pisco sour





Paseamos nuevamente, Pierola hacia Abancay. Una torre con un reloj en el Parque Universitario. Las peluquerías populares y tiendas de sellos en Abancay. Miro los modelos, son todo cauchos de dibujos infantiles, de cuadernos de primaria. Gente ofrece su máquina de escribir abajo de los ministerios. A la altura de Ucatali el Mercado Central, con un montón de tufos confundidos donde domina ese olor a carne que no se conserva en frigo. En una de sus esquinas, la puerta de entrada al Barrio Chino, una entrada triple con tejadillos verdes de teja vidriada. Al más puro estilo pagoda. Me gustaría dibujarla, pero hay mucho follón y el sol está arriba del todo. Me pego al mercado, le pido la banqueta al de una tienda y paso de todo el movimiento que hay alrededor. Muchas mujeres usan los paraguas de sombrilla. A la sombra de la puerta, una ciega canta con micro la canción más triste del mundo, mientras su hija ciega mueve la cabecita a su ritmo. Lloraría con gusto.
La calle de recepción al Barrio Chino es peatonal y embaldosada. Cada baldosa roja tiene grabadas unas fechas y nombres, por nacimientos, por bodas, por cumplir muchos años. En el centro lucen los animales de su horóscopo. Los bancos están techados con tejadillos verdes, como los de la puerta. Las farolas tienen forma de pagoda. Todo es un inmenso mercado.
Cuando en el siglo XIX se abolió la esclavitud, los hacendados de la costa sur lo aceptaron a cambio de esclavizar a los chinos. Ellos han aportado mucho a la cocina peruana, donde muchos platos traen la carne picada y frita en wok. Los restaurantes chinos en realidad son chino-peruanos, y se llaman chifas. Para los peruanos es una opción más, y no usan palillos. El plato estrella es el arroz chaufa, parecido, pero más rico porque lleva salsa, al tres delicias. También hacen ceviches y su comida suele llevar ají o coroto. Pica, como la comida peruana.
Muy cerca de los exagerados y enrevesados balcones de la Cancillería, está el Museo del Banco Central de Reserva de Perú, con cerámicas de las antiguas culturas de Perú: Chavín, Paracas (precioso pájaro), Virú (de donde viene Botero), Mochica, Vicús, Recuay y Nasca (mis dibujos y colores favoritos), Cajamarca, Wari, Chimú, Chancay, Ica Chincha e Inca en el sótano, junto a las cajas fuertes. Y en el primer piso una muestra pequeña del arte popular. La pinacoteca está cerrada.
Comemos en la calle Ica 153, La Rejita Chiclanaya, donde nos comemos un tiradito de pescado, perico, con salsa amarilla, choclo y camote, riquísimo. Es pescado marinado en limón, como el ceviche, pero en tiras y con distintas salsas. En Arequipa lo probamos con una salsa de aceitunas. El restaurante está muy bien. Vemos que tienen la tortilla de raya típica de Chiclayo, igual venimos a cenar. Después de comer me tomo una piña colada. Beni una crema volteada deliciosa y yo remato un helado de hielo de granadilla, semejante a un coyote, a falta de marcianos.



 Después de la siesta recorremos la Avenida Nicolás de Pierola, una elegante calle venida a menos. Los ricos se fueron a Miraflores y todas estas casas preciosas del XIX francés e italiano, y alguna que otra modernista, quedaron a su suerte. Y su suerte es el maldito tráfico de coches japoneses viejos y que carburan mal, su suerte es el hollín y el humo, la churre negra de Lima. Aparte de los barrios ricos y la zona protegida del centro, necesaria para el turismo, el resto de Lima es sucia y malholiente. Casas bonitas y elegantes, pero ya tapadas por el hollín. Dos de Mayo es una bonita plaza de la que salen ocho calles, con todas sus casas iguales, azules, pero hasta arriba de mugre y olor a orín. Aquí hay pensiones de a menos de tres euros, quiromagos y lectores de cartas. Los viejos cines son ya salas X.
Nos vamos. Cuando nos damos cuenta, estamos en el sitio de partida. Parece que hemos entrado en un bucle espacio-temporal. Hemos conseguido la eternidad; pero una eternidad sucia y mugrienta. Todo cuesta.



Subimos la peatonal Jirón de la Unión, que va a tope, nos despedimos de la Plaza de Armas, sólo transitable de noche pues no hay árboles, sólo unas cuantas palmeras. Llegamos a la Alameda. A la Fiesta del Chilano y el Pisco, se han añadido músicos y cantantes. Es una verbena. Me tomo un pisco sour en una mesita y oímos y vemos cómo bailan. Son canciones tipo Chabuca Granda, que trajo a España María Dolores Pradera. Agradables. Dibujo hasta que la presión es fuerte por ocupar una mesa sin bebida ya.

Recorremos los corros. Alguna cantante de la famosa cumbia andina, que es circular, repetitiva, un gracioso que cuenta que está mal de la salud, toda la noche salud! salud!
Plazuela de Santo Domingo, nuestra favorita, e Ica para comernos esa tortilla de raya, que se malogró pues está cerrado.
Cenamos desacertadamente en un chifa, chicharrón de pescado. Rico el pescado, pero sólo el pescado.
En la Plaza de San Martín hoy se levanta un abuelete airado. Sólo una persona acabará con el narcotráfico y todos esos malditos drogadictos. Esa persona soy yo (risas). Hoy no mola el banco reivindicativo. Nos aburrimos como la llama de las fotos, que da penita. Nos vamos a casita. Ya queda demasiado poco para volver a España.

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