martes, 14 de febrero de 2012

beni en la playa










 Huanchacoo, Huanchacoo, grita desde la puerta de la combi amarilla. Acomoda las mochilas, pero no hay quien se siente con tanto viajero preferensial, si esto parece la maternidad, todas con la pechuga fuera dándole al niño. Con los meneos se me enfurese el jugo de papaya. La cabina es una suerte de altarsito con frases pegadas como Jesucristo siempre cumple lo que promete junto a un tiburón de Florida, un muñeco de M&M y un pato desplumado.
Atravesamos las extensa ciudad de Chan Chan, que tuvo hasta 36 kilómetros cuadrados y aún se ven muros de adobe entre los maizales. La ciudad precolombina más grande de América y la más grande de adobe del mundo. Sus habitantes adiestraron a los pelícanos para pescarles. Ya la visitamos hace dos años, hoy sólo admiramos su extensión, aunque el niño la va desmoronando año a año.
Dejamos las cosas en la habitación de nuevo hostal, cuya mejor cualidad es estar abierto por el clima benigno de Huanchaco, y nos vamos a la playa. Hoy es su santo, así que toca día Beni.
Nos acomodamos en una mesa bajo un ficus benjamín en absoluto benjamín. Corre la brisa y se está en la misma gloria. Hago dibujinchis entre cervezas e inca kolas y luego entramos en el mundo cebiche. Espectacular. Lleva: corvina, pulpo, cangrejo, gambas, navajas, almejas, yuca, camote, algas, maíz tostado, choclo, cebolla morada, rocoto, ají y limón. En la playa el cebiche es otra cosa. Pregunto a la mesera si las algas son locales. Me dice que se llaman mococho o mocochito y vete al agua y jala nomás, también se hasen chicharrón. Mañana las probaremos fritas.
Aquí los pescadores siguen usando los caballitos de totora para pescar. Tienen una caducidad de un mes y el aspecto de media barca donde uno se monta como a caballo o arrodillado con los  pies atados. A base de remo, que es una vara de bambú. Su origen es preincaico, quizás mochica o chimú, o más remoto.
Vemos las playas de La Ribera y Varadero, esta última plagada. Me molan las gorditas bañándose vestidas con desparpajo. Luego damos una vuelta por el pueblo. Las casas con los porches abiertos a modo de salón con adornos cogidos de la playa y muebles artesanos. Todo muy fresco y abierto. El Museo Marino. La biblioteca municipal de madera. La iglesia en lo alto.
Caen unos anticuchos de corazón a la brasa de carbón. Impresionantes. Y después anochecer en las playas, los últimos bañistas como sombras, el jineteo para abuelitos con visa, las combis tuneadas con la música a cien, el murmullo del agua, la brisa en el muelle donde pescan a caña y red y ese no se qué que tienen todos los lugares del mundo donde el sol calienta y el mar refresca.

Para los puestos en algas: de la que hablo es la chondracantus chamissoi, muy apreciada comercialmente en esta región (La Libertad) pues puede consumirse directamente.


El anticucho es un pincho con unas cuatro tajadas de corazón de ternera que se hacen a la brasa, regándolas con una salsa riquísima. También se usa como genérico de pincho a la brasa, por lo que hay anticuchos de mollejas, pancitas (durillas o mollejas de pollo para los de la capi), alitas de pollo y patitas. Es una comida muy común en la calle y de excelente calidad. Aprovecho para recomendar la canción Los Anticuchos del dúo cubano Los Compadres.
De la misma manera, el chicharrón es cerdo muy frito, tipo wok, pero se ha generalizado a la forma de hacerlo. Hay chicharrón de pescado, de pollo y también de algas, como os comentaba.



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