martes, 7 de febrero de 2012

puno, el lago titicaca y sus ferrys


Amanece lloviendo, pero ya después del desayuno apenas si lo hace. Vamos a la Plaza de Armas. El pasaje Lima va a tope, parece mentira que sea lunes. Y es que Puno es una ciudad activa, comercial. Es un gran mercado lleno de taxis y vehículos viejos que hace el aire irrespirable, levantan todo el polvo del mundo y dejan un insoportable pestazo a petróleo. Sólo el pasaje Lima se salva al ser peatonal. La Plaza tiene un prado chulo con árboles recortados con extrañas formas irreconocibles y, arriba, mandando, su Catedral. Sus torres son estilizadas y su portada es de lo más rebonito que pueda verse, con las esculturas y relieves de autores andinos de una fantasía arrolladora. Dios padre, arriba, parece largarse de la fachada volando, sirenas tocan la guitarra, San Miguel mata al dragón... habría que dedicar una mañana y una entrada a la portada de la fachada de la Catedral de Puno.

Hay tanta gente por la plaza que me dedico a dibujar gorritos y personajes como loco. Después bajamos al Titicaca y recorremos la Bahía del Inca, vemos los barcos y comemos thimpo de trucha, que no es otra cosa que trucha sancochada con papas, chuño y tuna (un tubérculo parecido a la papa) con una salsa de cebolla y ají. A mí me gusta , pero a Beni no mucho, para ella la salsa es muy picante.














Detrás del restaurante está, encallado, nada menos que el ferry Ollanta, un auténtico tesoro, uno de los cuatro ferrys (recordemos que el Tiricaca es un lago navegable) que tuvo el lago a finales del XIX y principios del XX. Esta coincidencia me hace investigar un poco sobre lo sucedido con los otros tres: el Coya, el Yavarí y su gemelo. El oficial de Marina me dice que se puede ver el Yavarí en la Casa Andina. Cogemos una combi que nos lleva a este hotel de la orilla, y allí me explican que el más cercano, siguiendo la vía del tren, no es el Yamarí sino el Coya, encallado en la orilla y fuera de circulación. Este barco, mayor que los anteriores, entraría en circulación en 1893, fabricado por dos compañías escocesas.
Preguntando, logro localizar el último, el Yavarí, en pleno funcionamiento y visitable, detrás de la Posada del Inca, cerca del Coya. Ahora es una atracción turística. Se ensambló (junto a su gemelo Yapura, ahora buque hospital de la Marina en circulación) en 1862 en Puno, después de traer sus piezas desde Inglaterra  a la costa del Pacífico (Arica), de allí a Tacna en tren y durante seis años cargadas en mulas a través de los Andes hasta Puno.
Pasando un puente flotante, que se mueve tanto que Beni no puede atravesarlo pues se marea, llego a este barco precioso, que me enseña su único tripulante. Me cuenta que una inglesa lo compró, ya chatarra, por 5000 dólares, y lo ha recuperado y de qué manera. Las máquinas mantienen sus piezas de bronce relucientes. Su combustible, durante mucho tiempo, fue caca de camélido; ahora es diesel. La mesa y la silla del capitán son las originales, así como los timones y telégrafo. Todo el interior noble es de madera de cedro canadiense y las bodegas se están habilitando para transportar a 25 turistas encamados. El hombre no se deja dibujar, pero sí todo cuanto quiera del barco. Le doy un donativo para el mantenimiento de esta joya.



Después de un descanso del paseo por las orillas del lago, entre corderos, chanchos, llamas, patos y millones de mosquitos, damos otro paseo por Puno. Los alrededores de la Plaza de Armas tiene bastantes casas coloniales, pero el criterio es acabar con todo, apostar por el progreso. Van tirándose y construyendo otras nuevas con este gusto tan particular de la clase media peruana.
Se nos escapó el rocoto relleno arequipeño, ahora lo pedimos en el Mojsa (delicia en aymara), en la Plaza de Armas, un restaurante pijo para guiris que tiene un balcón a la plaza y calefacción. Nos comemos un pimiento cada uno (muy picante, se hierve tres veces para rebajarlo), riquísimo relleno de queso fundido, carne y aceitunas picadas y después me dibujo la plaza con sus árboles recortados de aquella manera.


1 comentario:

  1. preciosos árboles recortados que parecen personajes que se han juntado en el parque a echar la tarde.

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