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| Bronce en Europa |
La base de su alimentación era la
agricultura y la ganadería (vacas,
cabras, ovejas y cerdos). La pesca de río
y la caza (ciervos, corzos,…) constituían
actividades complementarias. La
cría del caballo tenía un papel muy
destacado en esta sociedad, ya que era
usado como animal de tiro de carros
de 4 ruedas y como elemento principal
de una élite de jinetes guerreros.
Sus asentamientos eran poblados fortificados con una organización
jerarquizada del espacio. Esto quiere decir que se distinguen claramente
varias zonas dentro de un mismo asentamiento: la parte central del poblado o
“acrópolis” y un área de viviendas rodeando a aquélla. Lo que hemos llamado
“acrópolis” es un “tell” o montículo formado por la acumulación sucesiva de
distintos niveles de ocupación y suele estar rodeado por una muralla y un foso
muy ancho y profundo que lo separa de la zona residencial.
Como modelo de asentamiento destaca el poblado de Mysia Horka (Eslovaquia).
El núcleo central se rodeaba de un foso y una muralla de piedra con bastiones
circulares protegiendo la entrada. Dentro de este espacio protegido se hallaban
las viviendas más grandes y mejor construidas y los talleres de artesanos. Al
exterior de la muralla se extendía una franja concéntrica de viviendas y otras
más dispersas agrupadas en filas.
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| Jarra otomani descubierta en Deva |
El rito funerario predominante era la inhumación individual, con diferencias destacadas entre hombres y mujeres: aunque ambos están enterrados en posición fetal (encogidos) y mirando hacia el este, los hombres reposan sobre el lado derecho y van acompañados de puñales y hachas, mientras que las mujeres yacen sobre el lado izquierdo con un ajuar funerario de joyas y adornos. Se desconoce a qué se debe estas diferencias de orientación de los cadáveres, quizás a creencias religiosas.
A principios del siglo XX se halló
en las excavaciones del yacimiento
argárico de San Antón (Orihuela,
Alicante) una tumba femenina cuyo
ajuar consistía en 2 espirales de plata
para recoger el pelo, un cuchillo
y un punzón de cobre y, lo más
sorprendente, un conjunto de 73
diminutos conos de oro situados a la
altura del cuello. Solo han llegado a
nosotros 42 de ellos, conservados
hoy en el MARQ. Cada conito
tiene 2 perforaciones opuestas
para pasar un hilo con que
coserlo a la ropa. Por tanto,
servirían para decorar, cosidos
posiblemente en varias filas, el
escote de una prenda femenina.
El gran valor del hallazgo reside en que los objetos de oro no son muy frecuentes
en El Argar y, concretamente, estos conos son únicos en esta cultura. Ni siquiera
existe ningún otro paralelo en la península ibérica. En cambio, son habituales en las
sociedades de Europa Central: se han hallado diminutos conos de oro (pero también
en plata y bronce) en el sur de Alemania y norte de Hungría. Los más parecidos son
los conos de oro del Tesoro de Kápolnahalom (Hungría) perteneciente a la cultura
de Otomani (cuenca de los Cárpatos). También hay muchos ejemplos hallados en
tumbas femeninas de alto rango en necrópolis de Eslovaquia, pertenecientes a la
misma cultura.
Los investigadores plantean dos hipótesis para explicar esta similitud de los conos
de San Antón con los de la región de los Cárpatos, a más de 2000 km de distancia Por una parte, podrían haber llegado como parte de una prenda de lujo destinada
a la clase dominante en un intercambio comercial a larga distancia. Pero, también
existe la posibilidad de que fuese la vestimenta de una princesa de los Cárpatos
que llega a nuestras tierras en un intercambio matrimonial concertado entre las
élites, como medio de estrechar alianzas entre dos grupos de poder muy distantes
y contemporáneos.
El jesuita Furgús documentó el esqueleto —hoy perdido— de una mujer, recostado en posición encogida sobre su lado derecho, y con el cráneo, "totalmente embadurnado de negro", orientado al oeste. El excavador reseñó que a cada lado de la cabeza había una espiral de plata, usadas probablemente como pendientes o adornos para sujetar el cabello, y una vasija de gran tamaño muy fragmentada. A la altura de la cintura descubrió un cuchillo de 14 cm de largo adherido a un pequeño pañuelo de tela y dos punzones, uno de metal y otro de hueso. Lo más significativo era una colección de 73 "conos huecos" de oro, de los que solo se conservan 42, localizada entre las vértebras del cuello. La aparición de conchas marinas perforadas y dos pequeños discos de marfil de 5 mm de diámetro empujó a Furgús a pensar que se trataban de los elementos de un collar.
En una necrópolis de Eslovaquia perteneciente a la cultura Otomani-Füzesabony, también de la Edad del Bronce, han aparecido 144 artefactos de oro casi idénticos en seis tumbas femeninas, y en torno a las clavículas de los esqueletos, pertenecientes a mujeres del más alto rango social. Diversas investigaciones han desvelado que el uso de una amplia variedad de objetos de oro y bronce cosidos a materiales textiles para decorar las ropas fue una tradición extendida en Europa central en esta época.
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| Conos de oro del tesoro de Kápolnahalom. |
Los arqueólogos ven más probable la presencia de una "princesa de los Cárpatos" en el suroeste de la Península Ibérica como resultado de estas prácticas sociales que el largo viaje de un artesano para elaborar este artefacto exclusivo o que un orfebre local hubiera copiado dicha tradición externa para las élites argáricas. "El hecho de que ningún equivalente de plata se haya descubierto hasta el momento es una evidencia muy significativa en este sentido. Esto también hace improbable que el vestido fuese un regalo enviado desde el otro lado de Europa para una 'princesa' argárica, aunque esto no debe descartarse completamente a la luz de nuevas pruebas de un comercio e intercambio textil en la Edad del Bronce", analizan.





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