

Ha llegado al borde de la extinción debido a la calidad de su madera (se talaron prácticamente todos los azufaifos para construir la Armada Invencible española) y por su lento crecimiento. Se encuentran algunos en Murcia y Almería (España). Es un árbol desgraciadamente olvidado pero tuvo un prestigio popular en Cataluña y en todo el Mediterráneo, como demuestra la dicha tradicional catalana: “Ser més eixerit que un gínjol”, o las fiestas italianas de los azufaifos de Aqua Petrarca, o la calificación persa como árbol del amor.
Se conoce como la fruta de la inmortalidad pues tiene grandes poderes medicinales. Contiene magnesio, potasio, cobre, calcio, niacina y más vitamina C que cualquier cítrico. Esto fortalece el sistema inmune y previene enfermedades propias de los climas fríos (un té con el fruto seco). Tiene la capacidad de disminuir la presión arterial, y es bueno para la anemia y problemas hepáticos. Sus flavonoides tienen un gran poder antioxidante. Sus semillas calman los nervios, la medicina tradicional china lo ha usado para lograr un buen ritmo de sueño. Cuenta con dieciocho aminoácidos, buenos para formar proteínas, una de las cuales ayuda a la cicatrización de las heridas. Las hojas se usan como desodorante y repelente de insectos. La infusión de hojas es buena para la diarrea. Con la corteza se hace un colirio para desinflamar los ojos.
En Barcelona ciudad, existe un azufaifo monumental, foto de la izquierda de Rafael Zaragoza, de un valor incalculable por su belleza, dimensión y edad. Se trata del azufaifo más grande de Catalunya y posiblemente de Europa. Un árbol que en el pasado y ahora en el presente, está protagonizando una lucha ciudadana para su conservación. Sería del todo intolerable, inadmisible y vergonzoso que esta obra de arte, irrepetible como es este árbol monumental, no sea merecedora de ninguna protección.
Las fotos superiores son del azufaifo de mi huerta en época de floración y ahora, a finales de agosto.
En primavera se siembran los huesos escarificados.