Me despierto a la seis y media. El sol ya pega fuerte. La casa donde vivimos está muy bien. Siguiendo las formas constructivas tradicionales del valle, está hecha de ladrillos de adobe, las vigas del techo son rollizos de madera, sobre las que van unos carrizos y teja encima. A dos aguas. Tiene un pequeño jardín, donde me aprieto un Hamilton azul. Las vistas desde el jardín son una pasada: todas las chacras del valle y al fondo dos nevados: el Ampato , a la izquierda y el Hualca Hualca a la dercha (dibujo).
Desayunamos con el grupo y luego nos presentan al personal de la agencia. Por un acuerdo interestatal, todos los empleados son peruanos excepto Cristina, como investigadora y Miguel, de prácticas.
Con la combi nos acercamos a un pueblo llamado Sibayo, al norte del valle. Su parte vieja la abandonó la población y eso ha hecho posible que se mantengan sus casas antiguas, que ahora Aecid trata de recuperar, junto a su iglesia. La imagen actual es la de un pueblo casi abandonado precioso, de casas de piedra a dos aguas con la techumbres de ichu. La iglesia no está intervenida y está en un estado ideal de abandono para mi gusto (polvo sobre el suelo y las imágenes amontonadas en un cuarto, las cosas quietas desde hace mucho tiempo). Subimos al campanario. Luego, paseo por sus calles de hierba y tierra y dibujo sus casas de adobe y piedra mientras ellos hablan de sus cosas con el alcalde. Quieren que este pueblo recuperado (ya empiezan a bajar familias del pueblo nuevo) sirva como modelo de construcción de la zona y darle un valor turístico. Ya se ha trasladado la casa municipal y ya se habitan algunas viviendas. Ellos entrevistan a los nuevos moradores para ver si realmente van a vivir aquí o sólo pretenden especular, ya que son casas subvencionadas.
No me da mucho tiempo a dibujar y le pido la cámara a Miguel para hacer fotos.
Ya de vuelta, doy color a los dibujos y nos vamos al mercado. Vemos que fríen unas truchas de muy buen ver y decidimos invitar al grupito. Ellos deciden ir a una especie de burger donde nos comemos unos sandwiches de carne de alpaca riquísima y muy tierna. Allí dibujo a Cristina y Renato sin demasiado éxito.
Después de comer paseamos con Miguel hasta el puente para ver el Colca bravo y encajado. Luego damos un paseo subiendo una escalera de piedra hasta una torre circular más arriba. Todo está verde y precioso.
Seguimos un camino que une una especie de bombos de piedra, como refugios de pastores circulares con una puerta pequeña. Hay un pequeño lago y una señora sobre un montículo con su gorrito y su perro.
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