Nos levantamos con los toros de Pamplona y un pobre chaval con el que se han ensañado. Ya doloridos y cansados, dormimos a gusto. Cada vez más crema y vick vaporub.
Robles y eucaliptos subiendo hasta la Ermita del Kalvario (4 kms.), desde donde se domina la Rada de Mutricu y cargamos de agua en la parte trasera del templo. Borriquitos peludos a la sombra del bosque. Valle de Olatz, último verde guipuzkoano. Ganado, caseríos... el sueño euskaldún.
Parada en la Ermita de San Isidro. Amancio viene con dos chicas de Tenerife, Gladis y Rocío. Nos tomamos unas cervezas fresquitas con ellas en la Zelateta Taberna, enfrente de la ermita. La simpática tabernera lucha por atendernos a nosotros y un montón de moteros que beben como piratas.
Atravieso el Collado de Arno (12 kms.) hablando con Rocío, que me cuenta que son enfermeras en el hospital en que estuve dos semanas ingresado, en Tenerife. Cargamos agua en los caseríos y descendemos hasta Markina Xemein (14 kms.), de aspecto medieval. En un impresionante restaurante de la plaza, bajo su porche volado modernista de madera, esperamos a Gladis, que viene con Amancio. El comedor parece de Balneario de principios del XX. Pintxos y gazpacho en la larga espera, casi una hora.
Cruzamos el puente de piedra de Uruzubieta (22,4 kms.) y llegamos a la Puebla de Bolívar (24,5 kms.solar natal de la familia de Simón Bolívar, que naciera en Caracas) y, cuando nos vamos a ir, llega Carlos. Con él, seguimos un camino original de piedra que fuera descubierto en 1982, un viacrucis desde la iglesia de Bolívar hasta el Monasterio Cisterciense de Zenarruza, donde un monje nos espera y nos lleva al albergue, completamente desierto. No hay nadie, ninguna litera ocupada. Descansamos, nos duchamos, hacemos la colada y nos traen la cena que, según el pater,
no es obligatorio comérsela. Crema con ajos y pudin. Llegan a tiempo los porras. Gladis trae los pies destrozados por las cholas.
El monasterio es chulo. Recorremos la iglesia, su pórtico y su claustro renacentista. La iglesia tiene una belleza austera. Llama la atención un arco interior con una fila de figuras de animales extraños. Dibujo un arrogante y presumido hombre y un extraño toro alado, que pudiera ser un ave con cuernos.
El padre Pedro está al quite. Nos promete un desayuno y nos cuenta los horarios de los servicios religiosos: la oración de las siete y media, hoy no porque es domingo, y las completas, que nos recomienda.
Muy bonitas, al final se reza la salve en latín y a oscuras.
Todos los monjes cantan la
Salve Regina Vita Dulce mientras nosotros observamos. Fray Pedro está orgulloso y nos mira sentado en la sillería
Benedictus Frutus Ventris Tui. Es nuestro contacto con el mundo espiritual. Cuando salimos, se acerca a preguntarnos si nos ha gustado.
Bajamos el viacrucis hasta la taberna. Allí cae un plato de jamón y otro de queso con unos agrícolas y un gin kas refresquito, destruyendo la paz espiritual que habíamos encontrado. Aquí están el profe y señora que nos encontramos hace dos días. Son falsos peregrinos, han llegado en autobús.
Nos dormimos impresionados por el trato que estos monjes nos han dado, sin nada a cambio.
Hoy cumplen años: Ana, Encarni, Toña y Victoria.