Aquí los toros, novillos de casi 500 kilos, son más grandes y los nervios se ven en los gestos afilados de maestros y subalternos. También está el cotilleo y las bromas de los monosabios (no tengo pase, dice el colega cuando pasa el revisor), la tramoya de la fiesta. Y el desnivel lenticular del suelo, para el drenaje.
Mala tarde. Adrián muy mal. Gonzalo al menos lo intenta. Alguna banderilla. Salimos por el callejón de las mulillas, pisando el suelo de corcho. Un poquito de charla y pal pueblo. Habrá días mejores, menos calurosos y con más arte.
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