Curiosamente yo siento que no están aquí (en la tumba). Si yo pienso en mi madre, yo pienso que ella está en mi casa, y que el hecho de que sus restos estén aquí es... bueno, es verdadero, pero yo no puedo sentirlo. Y sé que está aquí mi abuela y mis abuelos... Están los parientes míos, tantos amigos... Yo sé que eso es un hecho real, pero para mí no es un hecho, digamos, emocional. Siento que realmente ellos están en otra parte; ciertamente no encerrados aquí...murió hace seis años, está allí, en mi casa. En cambio, aquí sé que están sus restos, pero me parece que eso, emocionalmente, no es cierto. ¿No es mejor pensarlo así? Sería muy triste pensar que está aquí...
Respecto a la "otra vida", no sé qué decirle: ambas cosas son igualmente increíbles. La inmortalidad personal es increíble, pero la muerte personal también lo es. Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, durante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ése es heredado por otros, no por él, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ¿no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evolución sánscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro está dedicada a la negación del yo. El yo como el que han negado Hume, Fernández y Schopenhauer.
Respecto a la "otra vida", no sé qué decirle: ambas cosas son igualmente increíbles. La inmortalidad personal es increíble, pero la muerte personal también lo es. Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, durante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ése es heredado por otros, no por él, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ¿no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evolución sánscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro está dedicada a la negación del yo. El yo como el que han negado Hume, Fernández y Schopenhauer.
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