Me contaron en Inglaterra una vieja historia en que una liebre más curtida por la vida enseñaba a otra temerosa y joven que había que cruzar la carretera mirando a ambos lados y si de repente aparecían dos luces solo había que hacer una parada entre ellas hasta que se alejasen. La joven liebre siguió el guión al pié de la letra, con tan mala suerte que las luces resultaron ser del
Reliant Robin, un coche estrecho de tres ruedas, inestable y frágil que allí vendió muchas unidades gracias a su precio y la consideración legal de motocicleta.
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