A la terminal de autobuses vuelven los jóvenes hasta arriba de barro, han estado de farra toda la lluviosa noche. Algunos se duermen en la combi con una manta sobre los hombros. Huele a chocolate humeante y voceado por señoras gordas que lo remueven con un palo. Cuatro horas de viaje a Oaxaca, me dice la guapota de la ventanilla. El conductor de la combi de vuelta hace manitas con su novia. Cinco de Mayo está vacía. Desayunamos con un niño de cinco años más listo que el hambre.
Cruzamos montañas y caminos llenos de agua. Los niños se asoman para ver el autobús. Oaxaca aparece entre montañas. Un taxi nos lleva al Hotel Emperador. Comemos en un comedor popular por 25 pesos, sopa de arroz, pollo en salsa de verduras, calabacín y chile con nata, bien. El zócalo es un jardín rodeado de soportales donde revolotean niños vendedores entre mucha gente. Vemos el Museo de Arte Contemporáneo, una casa preciosa encalada de blanco alrededor de dos patios. Más bien una exposición que un museo. Santo Domingo nos abofetea con su desmesura, sin un milímetro libre del pan de oro. Afuera llueve. Todo el mundo se resguarda excepto esos estúpidos escolares que bajan la bandera tocando un tambor y una trompeta. Corremos bajo el paraguas a los soportales del zoco y nos sentamos en una mesa de madera junto a los fantasmas de Alfonso e Isabel. Una niña india muy simpática nos pone unos cafés mientras se asoma a mi cuaderno y otros niños llenan el aire de pompas de jabón. Uno de ellos lleva un personaje de unos dibujos animados muy populares llamado Bob Esponja, una esponja de baño que vive en el mar y usa vaqueros. Paula nos quiere vender bollitos, dejo que dibuje en mi cuaderno y le prometo que le daré color.
Bebo mezcal en La casa del mezcal, frente al mercado municipal. Grupos de jóvenes con chicas. Camino del hotel, alguien supertomado necesita platicar. Le di el dinero a mi mujer y se fue, dice. Al volver hoy, no había nadie en casa. Nos sigue hasta la puerta. Le digo que tome el fresco y un buen café solo. Mañana estaré mejor. Le doy la mano. Es un cuate inofensivo, pero con una tajada de campeonato y un drama por escribir.
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