Subo el Altinho por la otra cara. Se ven grandes casas antiguas con corredores y cristaleras. Junto a la antena, el Palacio Arzobispal y, justo enfrente y mucho más modesta, la casa del cura. Un poco más abajo y detrás, el templo surrealista del Dios Mono. Bajo a la fuente que da nombre al barrio. Una mujer lava la ropa. Para un ricksaw, baja una mujer y luego uno, dos, tres... hasta seis niños. Me recuerda cuando mi padre nos llevaba a misa los domingos en el seiscientos y los abuelos miraban pasmados en el poyo de la iglesia. Ardillas en los árboles y los tejados.
Vamos en ricksaw a la estación y cogemos un bus hasta Anjuna, al norte de Panjim, en la desembocadura del río Vagator. En Mapusa tenemos que cambiar de vehículo. Entra una señora con un vestido y abalorios tan extraños que no paro de mirarla. Lleva un peinado con dos trenzas en el flequillo que caen con un pesado adorno y sigue hacia el cuello por debajo de la oreja, aretes de oro en la nariz y las orejas, pulseras y tatuajes en la cara interior de los brazos. El vestido une telas diferentes con llamativos estampados y, encima, un chaleco con espejos. La dibujo, no se inmuta. Extrañamente, es ella la que nos indica que hemos llegado a Anjuna.
Recorremos la playa, sin demasiada arena, y pasamos del mercadillo de pulgas para turistas. Más de lo mismo. Me siento en una piedra para dibujar hasta que la espuma me pone, a mí y al cuaderno, perdidicos perdíos. Cogemos otro bus, a tope, a Mapusa. Y después a Calangute.
Calangute es un pueblo grande, con bonitas casas coloniales. Su playa es la más grande del norte de Goa, resulta divertida con ese punto desenfadado que tiene la gente. Se pasean y se hacen fotos, como si la felicidad estuviera aquí. Los blancos se ponen rojos sin vergüenza. Comemos y bebemos en la terraza de un chiringo, y vemos este loco mundo pasar.
La vuelta es entretenida. El paisaje verde, las palmeras, las capillas encaladas. Un agente de viajes nos pregunta por el viaje. Quiere que le mande escaneos del cuaderno y, cuando ve que también uso la máquina, las fotos que tenga. Le vendrían bien para sus negocios. Los negociantes son los caraduras del mundo. Llegamos en la hora mágica. Los escolares vuelven a casa con esta luz tan especial. Nos duchamos rápido y salimos a Panjim. En el Venite, Fenylon se pone pesado con su dibujo, que enseña a todo el mundo. Pedimos el mixto de pescado frito, que está muy rico, lleva también verduras. Le explico que en España la casa invita a una copita a los buenos clientes, a los clientes que dibujan a los camareros. Nada que hacer. El Buyo es un desprendío a tu lao.
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