Al salir a la terraza una mujer alisa los montones que han hecho los topos.
Desayunamos suculentamente en el chiringo. La tortilla española es una francesa doblada como una empanadilla rellena de patatas y verduras, muy rica. La playa está desierta. Empiezan a venir los yoguis con sus esterillas. Los de las piedras ahora acarrean tierra. En nuestro patio una señora, con un puro en la boca, busca en los restos de los turistas. La niña que la acompaña se pone a mear mientras los cuervos picotean un ratón muerto. Un grupo de niñas recogen basura y envases de la playa, que se ha llenado de pescadores. La cliente de al lado se quita el pantalón y se baña en bragas.
Se está fresco y quizás sea suficiente con ver el movimiento: un vendedor de piñas con un inmenso capacho en la cabeza, parejas de blanquitos con indias tetonas, un vendedor de viajes en barco que habla todos los idiomas, vendedores de pañuelos, una niña que lucha contra el agua, rubitas pecosas, mujeres con sari y hombres muy delgados y negros, apañadores de esteras y barcos, grupos de jóvenes indios de la mano con camisas de colores. Al lado, un rubio peste de ojos azules y nariz afilada, insiste a una india guapa con tatuaje floral hasta que se larga, ya comida. Entonces saca su guía Lonely Planet de la India y su Herald, que lee mientras se come disimuladamente las pelotillas de su nariz.
La calle principal es un mercado de tiendas para turistas. Las botellas están serigrafiadas. La fanta es como la que recuerdo de niño. Los occidentales llevan un rollo hippie. Fuman porros, llevan gafas de sol y tocan el bongó. Los indios pican piedras rosas, con las que hacen sus ladrillos. Un trabajo espeluznante con este calor. Los perros escarban en la arena, cuando aparece el agua se tumban en el hoyo. Llegan los pescadores en cayucos. Los niños llevan a la playa grandes gambas y sardinas. Las mujeres, con barreños, se arremolinan. Otro perro se come ese pescado que pusieron a secar.
El cielo cruje y se va la luz. Se pone a llover. La niña baila bajo un tejado. Llueve a mares. Caen cocos y ramas de palmeras. Nos damos un paseo por la playa, quizás para mojarnos. Las mujeres pican las lapas. Unos pescadores extienden la red en el agua y la traen hacia la orilla cangrejos, pequeños peces y bígaros. Devuelven los peces, pero en el aire se los comen los cuervos. Sale el arco iris en esta semi oscuridad. Más tarde todo se pone dorado. Las siluetas se agachan a coger cangrejos.
Otra vez en el chiringo, escribo a la luz de una vela. La vista desde aquí siempre es impresionante. Si ayer eran vacas, ahora la playa está llena de perros. Siempre están pasando cosas. Podría ser la playa más entretenida del mundo.
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