Volamos sobre una plancha de nubes que apenas dejan ver el Atlántico y sus pequeños pliegues. Al fondo, montañas de cúmulos.
Tardamos casi nueve horas en llegar a Londres. Otras siete horas esperando para coger el de casa. Paso las barreras. Me bebo una pinta en un pub. La gente es diferente. Especialmente molestas su gran tocha y esa sonrisa irónica que los guarda de algo, no se qué. La policía pasea sus ametralladoras entre la gente que sale de las tiendas. Trajes. No es nada acogedora. Me habré de acostumbrar.
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