Tracey Williams lleva recorriendo las playas británicas desde la década de los 1960, buscando conchas, cristales de mar y monederos de sirenas entre las rocas y la arena. En la década de 1980, después de que sus padres se mudaron a una casa en la cima de un acantilado de 300 años en Bigbury-on-Sea, en el sur de Devon, Williams y su padre buscaron fósiles en su jardín trasero y en la orilla.
"Pero también encontraba botellas viejas, figuritas, anillos medievales, y los traía, los limpiaba", dice ella. "Ya sabes, el azar encuentra". Luego, hace 23 años, todo cambió. "Comencé a encontrar piezas de Lego en la orilla", explica. “Aletas, tanques de buceo, ocasionalmente dragones u pulpos. Para entonces tenía dos hijos pequeños, y podíamos llevar cubos a la playa y llenarlos con la cantidad de piezas de Lego que entraban”. Éstas provenían de un vertido del 13 de febrero de 1997, cuando un buque de carga llamado Tokio Express fue golpeado por una gran ola en la costa de Cornwall, tirando 62 contenedores al mar, incluido uno lleno de casi 5 millones de piezas de Lego, con dirección a Nueva York. La cosecha de legos no era demasiado divertida, y se olvidó de ella cuando sus hijos empezaron la escuela. Hace unos 10 años se mudó a Newquay. "Y bajé a la playa de Perranporth y allí estaban las piezas de Lego, todavía entrando".
La perspectiva de Williams cambió. "Había tanto plástico en la playa y comencé a preguntarme de dónde había salido todo". Ella consiguió un perro y juntos caminaron por la costa todos los días, recogiendo y documentando los restos de plástico. En Facebook empezó a registrar sus hallazgos, otros comenzaron a ponerse en contacto y se convirtieron en una comunidad de 50.000 seguidores de todo el mundo monitoreando dónde estaban apareciendo los vertidos de Lego y otros, y en qué cantidades.
Posteriormente se asoció con oceanógrafos y universidades para ayudar a investigar el clima y la persistencia del plástico en los ambientes marinos. También comenzó a catalogar sus hallazgos, a los que llama "artefactos del Antropoceno", organizados en cuadrículas codificadas por colores que tienen un parecido sorprendente con los cajones de objetos etnográficos de museo. Algunos de los artículos son juguetes para niños de los años 50 y principios de los 60. Williams encontró recientemente una botella de jarabe Hax con forma de fresa que, según el Museo de Diseño de Plásticos, podría tener 70 años. "Simplemente no desaparece", dice. “También es importante recordar que, de todo el plástico que cae al océano, el 70% se hunde hasta el fondo. Solo vemos lo que flota en tierra. ¿Cuántos miles de millones de artículos de vertidos de carga se encuentran en el fondo del mar?"
Muy interesante, este verano estuve en una expo "Plástico a mareas" en Santiago de una artista gallega que recogía también plástico, María José Arceo (1984, Santiago de Compostela).
ResponderEliminarBien por estas iniciativas. Un saludo
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