domingo, 21 de agosto de 2011

19may09 hanoi-hué




Toda la noche lloviendo. Vamos al aeropuerto en un pequeño bus de Vietnam Airlines. El campo está chorreando. Barcazas en el río que se pierden en la niebla.
Es un aeropuerto pequeño y fácil. Se ríen de las chapas de cerveza cuando pasan por los rayos. El bar está abandonado y los empleados desayunando. Grito help, help! y una chica se levanta para atendernos. La sala de espera es un mercadillo donde venden esculturas de madera, joyas, bombones y ese montón de chorradas que no sirven para nada.
En Hué parece que va a dejar de llover. El bus nos deja en el Hotel Haidang. Nos piden 15 usd, le regateo y se queda en 12 sin desayuno. Aunque hay muchas motos, comparada con Hanoi, ésta es una ciudad muy tranquila. El alquiler de una moto por un día sale por unos cuatro euros. Nos vendría bien para visitar las tumbas y pagodas de los alrededores.
Cruzamos el Río del Perfume por un largo puente metálico, enfrente está la ciudad imperial. Cruzamos dos fosos periféricos y visitamos el palacio. Le doy a la chica los 50.000 d como si volaran y yo estuviera llorando en la despedida. Es tan grande que mejor tomárselo con calma. Lo que más me gusta es aquello que está en ruinas y aún no se ha restaurado. Trozos de palacios desolados, comidos por las plantas. Dibujo uno de los palacios Trieu Mieu apuntalado. Hermosas figuras con azulejos y nácar de guerreros, dragones, tortugas y aves. Salimos los últimos a la hora mágica. Al cruzar un puente, el río y los motoristas parecen de oro. Patinetes con forma de cisnes, niños fumando a escondidas.
En la Ciudadela hay quioscos con terrazas. Jarras de cerveza de dos litros por medio dólar. Los que he dibujado llevan dos cajas de cervezas Tiger y ya se han descalzado.
Unos cafés en la orilla del río. Me tomo uno con ron dulce entre sapos y gatos. Lo peor son los mosquitos. El café se sirve en una especie de filtro metálico sobre un plato que se pone encima del vaso. Es lo que llamo la pagoda de café. La luz se va escondiendo detrás del palacio silueteando las palmeras, el estandarte y los falsos cisnes.
Cenamos en un restaurante muy recomendable: Paradise Garden. Es un edificio colonial con un gran jardín iluminado con faroles en los árboles y vistas al río Perfume. Camareros elegantes de uniforme y muy buenas viandas a muy buen precio. Una chica toca el violín.
Sopa de cangrejos con vegetales, riquísima. Salchichas de cerdo a la brasa para hacer rollitos de papel de arroz con hojas y brotes de soja con una salsa de tamarindo con frutos secos. Todo regado con la cerveza local Festival (en la etiqueta  aparece la entrada del Palacio Imperial).
De vuelta al hotel, compramos agua a un niño que tendrá dos años, da voces y es el amo. Hay bebidas con una serpiente buceando. En la tele ven bolei.

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