martes, 10 de noviembre de 2020

las cajitas zoomorfas vacceas



En los yacimientos de la Segunda Edad del Hierro atribuidos a los celtas vacceos no es infrecuente encontrar unos pequeños objetos de forma prismática rectangular, dotados de una oquedad en su parte superior, cuatro pequeñas patas en las esquinas y un asa en uno de los lados menores. Por su forma se ha pensado que se trataba de algún tipo de recipiente (de ahí la denominación de “cajitas”) y por ciertos detalles presentes a veces en las asas, se ha creido que pretenden ser representaciones de animales, siendo a veces posible reconocer claramente la cabeza de un bóvido.

Otro de sus rasgos peculiares es la abigarrada decoración externa, realizada con gran variedad de técnicas, entre las que destaca la excisión o talla a bisel “a punta de navaja”, trasunto de las técnicas propias de la artesanía de la madera. De este modo se obtienen básicamente motivos triangulares que, combinados, dibujan estrellas de dos, cuatro u ocho puntas y líneas de zig-zag.

Las fotos y dibujos de arriba proceden de las cajitas de las excavaciones del poblado del “Soto de Medinilla”, dentro del término de Valladolid, habiendo sido localizadas dentro de un contexto de vivienda y no funerario. De hecho se desconoce aún hoy dónde se emplazaba el cementerio de este asentamiento, que algunos han querido identificar con Tela, una población citada por las fuentes clásicas. Estas cajitas son perfectamente representativas de esta peculiar producción cerámica vaccea. Su cronología se ciñe al periodo pleno de la cultura vaccea (siglos III-II a.C.), desapareciendo o cambiando sus características a partir del siglo I antes de Cristo, coincidiendo con las guerras Sertorianas.

La explicación de su posible función ha variado al cabo del tiempo. Durante mucho tiempo se pensó que se trataba de saleros ya que por entonces se habían encontrado exclusivamente en los poblados. Tal lectura se veía reforzada por la presencia de objetos de similar forma y con esta función en la cultura tradicional de los pastores castellanos. En los años setenta y ochenta del siglo XX empezaron a ser considerados como cajas de ofrendas. En 1970 se publican los primeros ejemplares encontrados formando parte de ajuares funerarios, procedentes de Cuellar, Palenzuela o Padilla de Duero.
En esos años ganó fuerza su interpretación como pebeteros: quemadores de incienso, cáñamo, perfumes u otros productos aromáticos, por su semejanza con otros recipientes de Oriente Próximo que sí tenían esta función, y ello pese a que, en general, carecen de evidencias de fuego en su interior. También se ha pretendido que pudiera tratarse de medidas de capacidad o de lámparas.

De cualquier forma, y dada la multiplicidad de contextos en que aparecen, sus pequeñas variaciones morfológicas, así como la distinta condición de los personajes cremados y enterrados en las tumbas (hombres, mujeres y niños; tanto de estatus elevado como inferior), no está claro que tuvieran una única función.

Los dibujos son de Watenberg, de 1959.


Los vacceos, la etnia más desarrollada entre los pueblos vecinos de los celtíberos, según el cronista griego Diodoro de Sicilia (siglo I aC), ocupaban una franja de la Península de unos 45.000 kilómetros cuadrados. Se les consideró los primeros "comunistas" de la Historia, dado su sistema de producción colectivista. Diodoro aseguró que la cosecha se repartía entre los habitantes a partes iguales. "Pero posiblemente el reparto estaba controlado por las élites, por lo que la afirmación no es segura, pero dennos tiempo", bromea Margarita Torrione, directora del Proyecto Dessobriga al recordar este sistema económico supuestamente igualitario. El mismo que les llevó a ser objeto de codicia por parte de los pueblos circundantes y por Roma, lo que a la postre supuso su fin como gentes libres.

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