viernes, 20 de noviembre de 2020

pues pues pues pues


Recibo la noticia como una pedrada que me contrae las vísceras. Lo esperaba con Rita en casa cuando acabase toda esta mierda de pandemia. Había seleccionado algunos sitios curiosos que seguro que no conocía. 
Pasamos una nochevieja juntos. En casa. Siempre con el cuaderno en el bolsillo, dibujaba discretamente. Yo apenas lo vi dibujando, pues yo no era de reuniones. Entonces desaparecía y dibujaba por los rincones. Ya no existe el bar de Lavapiés donde lo conocí. Enrique me lo presentó. Me resultaba un poco difícil seguir su portugués lleno de eses. Pues pues pues pues. Querido Eduardo, siempre guardando una pequeña y elegante distancia. Aquel enorme ático lleno de cuadernistas de Lisboa. Me metió en su casa y en sus libros. Me regaló algunos viajes por Lisboa y una expo en Abrantes. Incluso un libro apaisado con mis sucios dibujos. Me presentó a mucha gente interesante. Hablaba sonriendo, con respeto, mientras dibujaba su roja nariz. 
Me gusta este dibujo rápido que le hice con Rita en el restaurante Montaña Everest, cuando aún vivía junto a la plaza de las Moreras, al final del acueducto. La última vez que lo vi, cenamos gambas en su nueva casa. Yo llevé el vino. Hablamos de la invasión de turistas, de esta nueva Lisboa. No era visceral. Siempre se mantenía a una distancia. Supongo que su práctica del dibujo le había hecho ver las cosas desde fuera, siempre como un forastero en su propia ciudad. Siempre como un viajero. 
Eterno cuadernista, seguro que Rita te metió un cuaderno y un rotulata en el bolsillo. Buen viaje.
 

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