La historia del ginkgo como especie es quizá la más antigua del mundo, habiéndose encontrado fósiles de esta especie de hasta 200 millones de años. Eso quiere decir que es una especie prehistórica, que ese encontró aún viva en ciertos bosques montañosos de Zhejiang en el este de China y en Szechuan en el extremo oeste del mismo país, arropados por otros árboles caducifolios. De allí salieron al resto del mundo para decorar exóticamente jardines palaciegos y monasterios. En Europa, la primera referencia data de 1690, tras una visita realizada a China por el botánico Kaempfer. En 1739 llegó la primera planta a Europa, a la ciudad de Utrech y en 1754 se plantó un primer ejemplar en el Jardín de Kew en Londres, donde todavía vive. En España se citó por primera vez en los jardines de Aranjuez. En Madrid es un árbol de moda que no falta en los parques de reciente creación o plazas, como la del Conde del Valle de Suchil, o calles como Príncipe de Vergara o Embajadores. También hay grandes ejemplares en el parque del Oeste, la plaza de La Lealtad o éste del parque de la Fuente del Berro.
Según algunos autores, su nombre hace referencia a un árbol que pierde sus hojas en invierno, a pie de pato o a la más aceptada albaricoque de plata, considerando que procede de la palabra china gin-kyo (gin: plateado y kyo: ciruela o albaricoque). Incluso se le menciona como árbol de los 40 escudos, haciendo referencia al precio que supuestamente se pagó por él en 1870 a un horticultor inglés para introducirlo en Francia. El nombre específico biloba se lo adjudicó Linneo, para indicar la doble lobulación de sus hojas, lo que no se da en todos los casos.
Puede alcanzar de 20 a 40 metros de altura y unos 2.000 años de edad. Tiene su tronco recto y la copa piramidal. Hay ejemplares masculinos y ejemplares femeninos. Florece a principios de la primavera y sus semillas, una especie de ciruelas de olor nauseabundo, maduran al final del verano.
Las noticias más antiguas hacen referencia a una finca cercana al arroyo Abroñigal (hoy tapado por la M-30) creada en el siglo XVII por Bernardino Fernández de Velasco (duque de Frías, conde de Haro, condestable de Castilla) denominada Quinta Miraflores, o de Frías, o del Condestable. Fue comprada en 1630 por el rey, Felipe IV, para convertirlo en un nuevo Real Sitio. Sus intenciones parece que duraron poco, porque apenas 10 años después se la cedió a unos monjes benedictinos castellanos que habían sido expulsados del Monasterio de Montserrat, aunque la corona se reservó el derecho al agua que se transportaba a lomos de burros hasta el palacio real.
La finca estaba dotada de casa, jardines, huertas, tierras de labor, viñas y frondosas arboledas con gran cantidad de árboles frutales, cipreses, álamos y moreras. En 1703 fue comprada por María Trimiño Vázquez de Coronado quien posteriormente la dejó en herencia a la Obra Pía de los Padres Mercedarios Calzados, aunque la corona seguía disfrutando del uso del agua y del mantenimiento de la fuente. El agua de la Fuente del Berro, era considerada la mejor de todo Madrid.
Su nuevo propietario, Martín Estenoz, compra la finca en 1880, excepto la casa y la fuente, y levanta una tapia estableciendo el perímetro definitivo. Algunos cambios de propietario más y a finales de siglo, sufre una transformación radical para convertirse en un parque de recreo denominado Nuevos Campos Elíseos, que sustituyeron a los situados entre las actuales calles de Goya y Jorge Juan. Estos Campos Elíseos eran el equivalente a los actuales parques de atracciones, con una torre-mirador, una montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco, una ría con su estanque y cascada, invernaderos y un restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete ya existente. Duró poco: dos años.
En el momento presente, un centro cultural ocupa la edificación (junto con un restaurante en sus bajos). La fuente permanece, sin agua, fuera del recinto. Y el parque alterna praderas con bosquetes, columpios con estatuas de personajes ilustres (Becquer o Pushkin, por ejemplo), y algunos ejemplares de árboles espectaculares (varios catalogados como árboles singulares por la Comunidad de Madrid) entre los que se encuentra nuestro ginkgo biloba.
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