miércoles, 10 de septiembre de 2014

los cuadernos de andrés trapiello

Desde hace muchos años llevo conmigo unas libretas, siempre del mismo modelo anticuado y sin pedigrí, de hule negro y papel de cuadrícula, muy resistentes y con más carácter, a mi modo de ver, que las famosas moleskines, mucho más distinguidas. Provienen todas ellas de una partida que encontré en el Rastro hace treinta años, pero se me están agotando, lo que vivo con desasosiego, como si temiera que la vida fuese a acabárseme el día en que vaya a acabar la última. En ellas voy anotando todo tipo de cosas, sin orden, frases mías o ajenas, ideas, datos, recuerdos, y pegando papelitos que encuentro tirados por ahí, o que recorto, que llaman mi atención por algún motivo. A veces concentro en alguna los preparativos para un libro o para un trabajo, pero casi siempre se trata de anotaciones caprichosas e inconexas que pienso podrán servirme un día para tal o cual libro, pero tiempo después apenas tienen un sentido, difícil de adivinar.

Las libretas, de unas ciento ochenta páginas cada, tienen un formato muy práctico, en octavo, ideal para el bolsillo de una americana, y el hule las defiende del uso indiscriminado. /…/

Los cuadernos en los que se escribe el "Salón de pasos perdidos", son, por el contrario, cada cual de su padre y de su madre, como suele decirse. Los hay de todos los tamaños, mejores y peores, de papel bueno y malo, feos y bonitos, unos me los han regalado y otros los he comprado yo en cualquier parte, cuando he terminado uno y necesito otro, y en ellos las páginas no están cuadriculadas, sino que son siempre blancas, y también vienen conmigo a todas partes. Escribo en ellos a mano y a veces suelo dibujar algo, un paisaje, la vista que se ve desde la ventana, el interior o alguna viñeta para hacer las separaciones entre año y año.


Andrés Trapiello

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