miércoles, 17 de septiembre de 2014

una nueva cala y otra vez lola y el duende


Como ha amanecido nublado, nos vamos de paseo hasta Cala Bergamín, al sur del Playazo. Visitamos la cueva de la Rambla del Playazo, junto a Las Norias, y luego subimos el collado del Bergantín, bajamos a la rambla y la seguimos hasta el mar, hasta la cala de piedras negruzcas. Pasando una pared de conglomerado del tipo de las de Mónsul, hay otra cala con las piedras negras redondeadas y otras más grandes rosadas y blancas. Se pone a llover y nos refugiamos en la ola petrificada. La subida de este lado es más fácil y enseguida estamos en el Playazo, donde una chupa rápida y fuerte nos pone como una sopa. Todo coge colores densos y rebonitos.

Pasamos por el castillo de Rodalquilar y luego a este pueblo, donde pillamos una mesa de la terraza de EL Cinto. Lola aún sigue con su monólogo, me pide un dibujo en que esté más joven y delgada, pero es como cola de lagartija. Con paciencia llega el pez rey. La piel de la cabeza está excelente. Sigue lloviendo, pero nos da igual. Nos tomamos unos cafés.

Por la tarde decidimos bañarnos en San José, por si llueve y hay que salir corriendo. Ahora en verano existe una franja de playa que no existe en invierno porque la marea está más baja, donde aparece el final de las escaleras. La recorro y dibujo antes de que las casas la ensombrezcan. La tinta china necesita de luces y sombras duras. La temperatura es excelente, se podría vivir en la calle. Tal es así, que solo apetece estar fuera y no volver jamás al hotel.

Por la noche saludo a los del Duende, que me cuentan que les va fenomenal. El mobiliario es más formal. Nosotros empezamos hace cuatro años, con tus dibujos, me dice. Me bebo un mojito arrastrado por Chet Baker. No tiene unas gafas para mi y tengo que dibujar a ciegas, sin apenas luz. La gente que vimos durante el día se reúne aquí para acabarlo, como en la escena final de O lucky man!.

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