viernes, 19 de septiembre de 2014

cala cuervo, los belgas y los escullos


Hoy caminamos por el sendero de la Molata hasta Cala Cuervo, donde está el camping de Las Negras, desde El Playazo. Las faldas de la Molata fueron una bahía antes de la era de los volcanes y pueden verse curiosas formas de sedimentos blanquecinos de arrecifes de coral y calizas oolíticas. Aquí se han encontrado multitud de fósiles de animales marinos. Pero lo realmente flipante es que esta pequeña ruta sigue su curso por las crestas de los acantilados amarillentos, con unas vistas preciosas a estos abruptos salientes de rocas en capas horizontales como milhojas. Desde arriba puede verse el castillo de San Ramón y, al fondo, todo El Playazo.

Cala cuervo tiene una playa de fina arena pero el fondo del agua es de gruesos cantos, por lo que hay que bañarse con sandalias. Hay poca gente y se está muy bien. Al fondo se ve Las Negras y a su derecha el Cerro Negro lleno de heridas, y más a la derecha, el castillo de San Pedro. A la hora de comer, entramos por la pequeña puerta que va al chiringuito del camping y que, además, tiene una ducha pública para quitarte la sal y la arena. El sitio es majo con el cortado de rocas a la derecha y palmitos sueltos aquí y allá. Comemos calamares y dibujo la terraza muy centrado en François y Julia, dos belgas que viven en Finestrat. Hacen foto del dibujo y ella me regala un CD de la música que hace con unos cuencos y que ayuda a la meditación. Nos invitan a su pueblo, a Bélgica solo van a cumplir con la familia, y nosotros los invitamos a nuestra casa. Intercambiamos direcciones y teléfonos. Ahora dicen ir a las salinas del Cabo de Gata, pues son grandes amantes de la Naturaleza.

A la vuelta nos bañamos en la cala del Playazo que es una de nuestras favoritas por su arena fina blanca en la playa y en el fondo, por el agua tranquila y sus muchos peces. Suele ser nudista, aunque hay de todo, y está muy bien resguardada del viento.

En Rodalquilar, Lola tiene cerrado hasta la hora de la cena. Nos tomamos unas jarritas de cerveza en el robelio motorista barbudo del Crisol, que nos pone unas míseras aceitunas amargas y nos clava. La hora se va haciendo interesante y nos damos una vuelta por los Escullos hasta la playita del Chaman, a la que luego accedemos por la terraza de la disco del Pecas, que a esta hora está matada.

Volvemos por el valle aprovechando la hora mágica, las montañas rojizas se oscurecen y se pierden en la lejanía. Jorge tiene cerrado, no podremos saludarlo. Nos duchamos. La rusa de Ramón saca un cenicero escondido y se fuma un truja clandestino mientras el sol se pone y yo me como un yogur. Echamos unas monedas al guiri que canta y toca en el paseo. Ahora hace una versión curiosa de una canción de U2. Se ha afeitado. Tomamos café en el Kalimba de Luna, el local más punkli de San José. Los negritos que venden bolsos han terminado el negocio y se toman un café. Hacen cuentas con otra tendera ambulante. Son jóvenes senegaleses guapos y fuertes que, poco a poco, se darán cuenta de que nunca serán Samuel Eto'o.

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