Me gustan estos autobuses pequeños en los que las ventanas pueden abrirse y disfrutar del paisaje y el fresco sin un cristal intermediando. Vamos por un camino lleno de charcos y nos cruzamos de un lado a otro intentando vadearlos. A veces aparece un trozo asfaltado. En la frontera con Belice cambiamos 100 qetzales por 25 dólares beliceños (dos por dólar USA). En este país las casas son de dos pisos, dejando la de abajo sin construir para el coche, tender la ropa o llenarla de trastos. Aquí ha desaparecido la jungla y todo son pastos, granjas de ganado y cultivos de naranjos y cocoteros. Se habla inglés, kriol y español, pues fue colonia inglesa mientras interesó el comercio de la caoba, como antes el del palo de tinte, que trajo a los esclavos africanos, cuyos descendientes lo habitan. No consiguió su plena independencia hasta 1981, hace dos días. Ahora colonizan las grandes empresas norteamericanas y sus iglesias adventista, de Filadelfia, evangelista de Oregón... que parecen pelearse por vestir de cuadros y jersey de pico a todos los niños a cambio de su coco.
Lo que vemos de Belize City son calles bonitas con canales y casas de madera de colores. Bonito, pero demasiado fuerte, pues todos los establecimientos están enrejados y hay muchos negros parados tumbados en las aceras oyendo música. Sus caras marcadas con grandes cicatrices. Algunos venden trastos y matrículas viejas. El turismo se centra en un gran embarcadero donde los blancos organizan viajes a los arrecifes de coral para hacer snorkel o ver tiburones. Sinceramente, no estamos interesados ni en el buceo ni en esta ciudad llena de rejas y sin vida por las calles donde, para comprar algo, tienes que meter tus billetes entre los hierros antes que nada.
Cogemos el Northem Transport LTD Especial Techumal. Hablan un extraño idioma lleno de palabras y frases en inglés y español. En la frontera con México pagamos 15 dólares y se monta una chica del casino que lleva minifalda y se enrolla con el conductor. De tal manera que el menda nos coloca en dos taxis y se va con la parienta. Nuestro taxista quiere saber por qué. Yo le digo que pilló a una chava del casino, y la chica que va con nosotros que si llega a la estación le hacen fumigar el camión, y eso le sale más caro. En la Estación ADO pillamos otro bus que sale ahorita para Tulúm, librándonos de un brasa que nos quiere colocar en Cancún. Dentro hace un frío que pela. Le digo al conductor que nos pare en el cruce con la carretera de las ruinas, en el Hotel Crucero que, desgraciadamente, está completo. No nos gusta estar perdidos en la noche mexicana. Finalmente acabamos en el Hotel La Riviera Maya, lleno de murales seudomayas. Nos colocan la habitación más cara, de dos camas matrimoniales, arguyendo que no hay otra. Está limpia y el colchón duro. ¡Mañana será otro día!.
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