Lo que vemos de Belize City son calles bonitas con canales y casas de madera de colores. Bonito, pero demasiado fuerte, pues todos los establecimientos están enrejados y hay muchos negros parados tumbados en las aceras oyendo música. Sus caras marcadas con grandes cicatrices. Algunos venden trastos y matrículas viejas. El turismo se centra en un gran embarcadero donde los blancos organizan viajes a los arrecifes de coral para hacer snorkel o ver tiburones. Sinceramente, no estamos interesados ni en el buceo ni en esta ciudad llena de rejas y sin vida por las calles donde, para comprar algo, tienes que meter tus billetes entre los hierros antes que nada.Cogemos el Northem Transport LTD Especial Techumal. Hablan un extraño idioma lleno de palabras y frases en inglés y español. En la frontera con México pagamos 15 dólares y se monta una chica del casino que lleva minifalda y se enrolla con el conductor. De tal manera que el menda nos coloca en dos taxis y se va con la parienta. Nuestro taxista quiere saber por qué. Yo le digo que pilló a una chava del casino, y la chica que va con nosotros que si llega a la estación le hacen fumigar el camión, y eso le sale más caro. En la Estación ADO pillamos otro bus que sale ahorita para Tulúm, librándonos de un brasa que nos quiere colocar en Cancún. Dentro hace un frío que pela. Le digo al conductor que nos pare en el cruce con la carretera de las ruinas, en el Hotel Crucero que, desgraciadamente, está completo. No nos gusta estar perdidos en la noche mexicana. Finalmente acabamos en el Hotel La Riviera Maya, lleno de murales seudomayas. Nos colocan la habitación más cara, de dos camas matrimoniales, arguyendo que no hay otra. Está limpia y el colchón duro. ¡Mañana será otro día!.
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