sábado, 6 de octubre de 2012

camino de palenque




Paisaje montañoso entre lluvia y bruma. Pequeños poblados de casas de madera con tejados de uralita o chapa ondulada. Alguna iglesia chiquita. Pendientes terribles. Niños trabajando. Alguno espera todo el día en una caseta a que alguien le compre fruta. Maíz. Caballos, gallinas, pavos, chanchos negros atados. Niños negros y descalzos, con machetes cortan hierba, cortan árboles, hacen leña. Las niñas venden en las paradas, sonríen a gente como yo.

En la entrada de Palenque un cartel avisa de que estamos en territorio zapatista, la estrella roja. Cerca de la estación, cogemos el Hotel Avenida, que tiene baño, tele y alberca por 120 pesos. El pueblo es feo feo nuevo de cemento ful. Compramos una visita a las ruinas mayas y el viaje hasta la Isla de Flores, cerca de Tikal. Pasamos la tarde en la alberca. Llega una pareja de mexicanos, ella lleva una malla negra encima del bañador. Se asoma a mi dibujo. ¿Es su esposa? me pregunta. Mira gordo, este señor está pintando a su esposa, ¡¿a ver cuándo me pintas tú?! 


Cenamos ensalada de lechuga y aguacate y pescado al ajillo con pimientos secos, bien. No hay donde meterse, esto es muy feo. Para colmo no hace ese fresquito de tres mantas de San Cristóbal, sino bochorno feo de ventilador.

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