Muy agradable pasear por Pekín en la bici de Javi. Me siento feliz entre tanto ciclista. Voy por las avenidas hasta la Plaza de Tiananmen. Allí me siento frente a la entrada de la Ciudad Prohibida, con la foto gigante de Mao. Se me forma un corrillo de chinos alrededor, que cada vez es mayor y me hace más difícil dibujar, sobre todo cuando se empeñan en comprobar que soy real y mis pelos naturales. Finalmente, una pareja me deja a su bebé para la foto, y pongo cara de hombre peludo de feria, de alimentarme básicamente de carne cruda.
Subo hacia el norte, parando en los hutong. Casitas a dos aguas con patios de vecinos. Cerca de casa, me pierdo en una calle llena de puestos de verduras y huevos de tamaños y colores muy diversos, donde venden tortitas calientes con un huevo a la plancha y un brochazo de salsa. A dos jovencitas le enseño la chuleta que me ha hecho Maruchi, me llevarán a casa.
Vuelvo a la plaza con Beni; satisfecha con las tortitas y la sandía que le he traído. La gente lanza cometas preciosas. Tiburones volando junto a caras, aviones y pájaros. No para de cruzar la gente los cinco puentes de mármol blanco. Ropa recargada y muy barata en el sur de la plaza. Caen unas tapas de pimiento picante y gambas con gabardina. Pruebo cervezas.
Rodeamos parte del foso de la Ciudad Prohibida, por el costado oeste (dos grandes parques con lagos) hasta la Puerta Norte. Allí baila la gente mayor a ritmo occidental. Callejeamos por los hutong. Los chavales llenan sacos con botellas de plástico. Todo resulta miserable. Beni preferiría irse de aquí. Hacia el Este llegamos a una avenida que nos saca del laberinto.
La zona de la Puerta Norte del Estadio de los Trabajadores está llena de bares y restaurantes. Gitanos chinos bailan flamenco. Hay un grupo de españoles. Los becarios lo pasan en grande. En el Alpha hay una fiesta que hacen dos peluqueras. Occidentales y chinos fashion. Una pareja pija gallega. Champán, dulces y el montón de estrellas de Polito Montañez. Un negro baila salsa en calzoncillos y calcetas blancas. En VICS chinas guapas y guiris bailan en un escenario. Miradas que desnudan. La locura china. Gracioso y bestia. A ellas les gustan los occidentales, pero a las occidentales no les gustan los chinos, de bruscos modales; por lo que ser occidental aquí es un privilegio, y ellas están en una situación complicada.
Salimos confundidos entre risas, buscando un taxi. Miramos hacia un ruido tremendo. Una moto con sidecar pasa en dos ruedas.
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