Entro en el Palacio de la Paz y la Armonía, el más importante templo budista de la orden Geduck de budismo tibetano y el segundo mayor de Beijing, después de la Ciudad Prohibida. Un museo precioso sobre el budismo en el Tibet con hojas caligráficas que podría estar horas mirando. La penúltima estancia es un templo muy alto con un buda de bronce de veinte metros. Llueve, me siento bajo una visera alada de un pequeño templo. Dibujo.
El mercado callejero tiene cantidad de frutas, hortalizas y demás plantas completamente desconocidas para mí. Huevos gigantes y otros azulados. Botes con otros sumergidos. El suelo está lleno de plantas. Los niños duermen sobre lo que parecen lechugas.
Visitamos el Museo de Historia. Expo sobre Hong Kong. Los palillos para contar los sacos cargados del puerto. Esos zapatitos que deformaban los pies. Personajes de cera que dan miedo. Confucio, Mao y una colegiala en un camión.
Paseamos por el Parque Beihai, antiguo jardín imperial, con su campana blanca boca abajo. El Lago y el Islote del Jade Floreado. El jardín botánico con sus plantas de agua. Cenamos, junto al lago, pollo con cacahuetes, ternera agridulce y arroz con berenjenas. Oímos a los Arcane, un grupo de gitanos del norte de China, y nos vamos a la piltra.
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