Paramos a saludar a Nápoles. Nos saca un refresco y un mapa.
- No tenemos café. Los franceses ayer bebían grandes tazas con una gotica de leche.
Está leyendo un libro de secundaria y está encantado:
- Dice que fueron a Marte y mandaron un aparatico a Saturno. Y el mundo flotando sin caerse. He leído que en la Antártida llegaron a -80º de frío, que está siempre congelada. ¿Está cerca del Polo Norte?
Me meto en la maraña burocrática para rentar una motico. Me lo ponen muy difícil. O no tienen moto o no tienen permiso; pero no desisten del negocio. Tremendo follón cubano. En Cubanacán me hacen esperar diez minutos porque necesita un poquitico de aceite. Por fin conseguimos una, que a los cinco minutos se escacharra. A dos cuadras la arreglan, pero ya no me fío. Me devuelven la pasta y me hacen firmar un papel donde dice que estoy contento con el servicio recibido. Cuando el funcionario me extiende el papel y veo su peluco y anillos de oro se me revuelven las tripas. Toda la mañana para nada.
Descansamos en El Palatino, en Parque Martí, mientras oímos los sones de un grupo musical y alguien parecido a Baeza quiere hacernos una caricatura. Por el bulevar compramos La isla misteriosa de Julio Verne y Curiosidades cubanas de Álvaro de la Iglesia y nos tomamos unos emparedados y batidos de helado de coco. Paseamos por el malecón hasta la Punta. Allí se juntan los jóvenes con ron y música.
Ana tiene una pizca de humor. Nos cuenta que su hijo, médico cirujano, se fue a los USA y allí lo tienen como auxiliar. Los carretones pasan en la noche iluminados con un bote de petróleo o grasa. Se oye la música a lo lejos, por allí, detrás de las siluetas de los niños que chapotean en el agua.
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