viernes, 14 de noviembre de 2014

la habana vieja y una peli del ché




Otra vez las estrellas en el techo y sábanas con olor a limpio y el jaleo toda la noche de la calle 23. Paseo hacia el malecón tempranito. Entre los puestos de un mercado lleno de frutas y hortalizas. Una brigada del CDR llevan linternas y palancas en busca del mosquito del dengue. La brigada de inspectores de la Salud Pública llevan un uniforme del coronel tapioca.

En el Hospital Calixto García me hicieron la inmovilisasión dinámica para el esguince. Me gustó que el paciente participa en la cura. Cogemos Neptuno. En el 960 está el local de ensayo de Beni Moré, con dos filas de asientos de teatro. San Miguel, Obispo, hacia la Habana Vieja.

- Me dio un golpe una prieta con su tremendo culo, y me estremesí. Me cuenta alguien con el que choco sin querer. Son bailones y bacilones, graciosos.

La calle Obispo va a tope. En La Lluvia de Oro sigue un grupo la música del tren. El edificio del 306 tiene puertas correderas entre columnas. El edificio Europa. La antigua Droguería Johnson, impresionante farmacia con los ventiladores colgados como arañas. El edificio de piedra de la Bolsa de la Habana. El Hotel Florida con su patio ajedrezado de soportales llenos de plantas. La farmacia Taquechel con sus vitrinas de madera llenas de tarros de cerámica, los historiados mostradores y el esqueleto en la puerta. La hermosa cafetería del rosado Hotel Ambos Mundos, donde deambulaba Heminway en los años treinta.

Curioseamos en los puestos de los libreros de la Plaza de Armas; con suerte aparece mi cuaderno perdido. No está, pero encuentro unas guías de los cincuenta de Cuba, América Central y Centro América preciosas. La calle Oficios parece un parque temático colonial con gente disfrazada de soldados y prietas yoruba en los sardineles. Museos de coches, de ganchillo... esta parte de la ciudad está repintada y rebonita. Comemos en la cafetería Marina, frente a la iglesia. San Francisco en la plaza del mismo nombre y la Catedral de San Cristóbal (recordad que la ciudad se llamó San Cristóbal de la Habana). Mercaderes, la plaza del porticado Palacio de los Condes de Jaruco, con su patio de arcadas en dos pisos. Una imprenta con las máquinas de aspas funcionando. Brasil, La farmacia La Reunión, que lanzó la famosa Magnesia efervescente Sarrá.

Una señora me preguntó si salió bien en la foto. se la enseño. Linda, linda, dice. Descansamos en la terraza del Hotel Inglaterra, con viejas y gorditas alemanas en compañía de machucambos cubanos y abuelos italianos con jovencitas jineteras. Aparece Des y nos lleva a su casa. Nos dice que se ha limpiado esta parte de la ciudad al quitar los destrozos del tifón. Tiene muebles cómodos y una barbacoa a la que se sube por una escalera de submarino.
- Las yoruba que te sonríen son funcionarias del Estado que te cobran un dólar por un beso.

Bajamos por San Lázaro hasta el Malecón. Familias con sus perritos, voladores de cometas, pescadores sin caña, novios besuqueándose. Vamos al Yara a por los boletos. La taquillera unta fuagrás en las galleticas saladas y come lentamente y con cuidado de no estropear el carmín. No abrirá hasta que la cola sea ya imposible. Después de un descanso en casa, nos ponemos a la cola. Pongo asento cuuubano pa conseguí los boleticos.

Es hermoso y emocionante ver aquí Diarios de motocicleta, especialmente cuando lees al final que el amigo del Ché se vino a Cuba, fundó un hospital y vive aún en La Habana junto a su mujer y sus hijos.

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