Me levanto temprano y desayuno en un chiringuito viendo como descargan a los trabajadores cubanos uniformados. Aquí llega el cocinero como de un juego de cartas de oficios. La leche, amarillenta, está muy fuerte. Es difícil ver azúcar en sobres, se dispensa del azucarero.
Paseo entre las casas de madera con porches. La Guajira, una cervecería de pesos. En la 52 salen gallos y gallinas de una casa de madera muy cuidada. Palmitos, galetas. Entre la 56 y la 57, el Parque Josone, un jardín poco visitado y muy cuidado, residencia y lugar de descanso de José Fermín Iturrioz, un gran empresario del 30 al 50 que le puso ese nombre siguiendo aquella costumbre de contraer los nombres: el suyo y el de su mujer Onelia. Pinos péndula inmensos. Laureles, sauces, hibiscos y flamboyanes. El palomar parece el Hotel Nacional para palomas. Gallos, gallinas, elegantes avestruces.
- ¿Por qué está la bandera a media asta? pregunto.
- Porque ha muerto el presidente de Afganistan, Yaser Arafat.
- Será el de Palestina.
- La tendrán una semana así.
Nos duchamos y montamos en la viajera de Viazul. Pasamos el puente de matanzas y vemos el nuevo Tropicana, el edificio de bomberos, el teatro, el puente a Versalles, la pequeña playa. Recordamos nuestra estancia hace unos años (la jirafa del parque infantil abandonado, aquella preciosa casa racionalista, la vieja botica-museo).
Llegamos de noche a La Habana. El conductor nos deja en el Habana Libre. Paseamos por la 23. Nos comemos una pizza rica con chorizo en una pizzería gigante de pesos llamada Buonasera, con dos jugos de papaya y unos ricos bocatas de queso y jamón. Y disfrutamos de la música en directo en un bar hasta que llega la odiada tuna a joder el asunto. Bajando la 23, paramos en las mesas chorreantes del Quiosco Continental con música de la nueva trova y una bucanero. Coppelia ha abierto un quiosco con terraza para guiris y el cine Yara pone Diarios de motocileta. Intentaremos ir mañana.
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