Ya con dos meses, el gato ha decidido largarse. Aunque tenga comida, la curiosidad lo puede y se lanzó desde la terraza a la calle a ver mundo. Dejamos la puerta entornada, pero no ha vuelto. Espero que la vida lo trate bien y le quede algún instinto de caza. Tendrá peleas con otros gatos y espero sepa defenderse de los perros, pues lo había acostumbrado a mi labrador. Confío en que el gato nunca será un animal doméstico. ¡Que la suerte te acompañe Mico! Quizás algún día, sin reconocernos, nos veamos de nuevo.
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