martes, 18 de agosto de 2020

el triángulo de verano

El verano no es la mejor estación para mirar las estrellas. Los días son más largos y, por la inclinación de la tierra, en las zonas nórdicas el crepúsculo se va uniendo a la aurora. Esa claridad nos impide ver muchas estrellas. Pero la agradable temperatura y las vacaciones en estos días de luna nueva nos permitirá alejarnos de las poblaciones, recostarnos en una tumbona y contemplar el cielo.

Las primeras referencias que tenemos en agosto son las estrellas más luminosas, que pueden ya verse en el crepúsculo y en realidad son los planetas Júpiter, más luminoso, y Saturno, y la Vía Láctea, que aparecerá cuando la noche se cierre. Júpiter y Saturno ahora van emparejadas y, según transcurre la noche, Saturno va subiendo hasta alcanzar en altura a su compañero. Girando a la izquierda, hacia el norte, enseguida vemos el rectángulo de la Osa Mayor y su cola.

Por encima de ellas, en plena Vía Láctea, prolongando la línea que transcurre por las estrellas Gamma y Delta de la Osa Mayor, la mirada pasa cerca de la cabeza del Dragón, una constelación secundaria que serpentea entre las dos Osas y luego atraviesa un gran triángulo isósceles formado por Vega, Deneb y Altair, el Triángulo de Verano. Este triángulo es tan solo un asterismo (o sea: un grupo informal de estrellas, fuera del agrupamiento en constelaciones) y cada una de estas estrellas forma parte de su propia constelación: la Lira, el Cisne y el Águila. Estas tres estrellas se convierten en las superestrellas del hemisferio norte durante las noches de agosto. Hacia el centro de este triángulo se encuentra Albireo, o Beta (β) Cygni, una conocida estrella doble cuyos dos componentes se pueden indentificar con prismáticos o con un pequeño telescopio. El famoso Triángulo de Verano se contempla sin dificultad al dirigir la mirada hacia el sureste.

Oswald Thomas, director en dos ocasiones del Urania-Sternwarte, el primer observatorio popular de Austria, y del Zeiss Planetarium de Viena, compuso con esas estrellas la figura geométrica imaginaria que les da nombre, aunque al principio el astrónomo de origen transilvano optó por Gran Triángulo. Patrick Moore, legendario divulgador británico de la BBC, fue quien lo puso de moda en su programa de televisión.

La estrella más brillante del Triángulo de Verano, Vega, pertenece a la pequeña constelación de la Lira, representada por un paralelogramo regular formado por cuatro estrellas poco brillantes. En las primeras horas de las noches de verano, Vega se sitúa en el cenit. Con la ayuda de un mapa celeste simplificado, se debe buscar la estrella Delta (δ) Lyrae, una estrella doble perceptible a simple vista si las condiciones son adecuadas, o con unos prismáticos si no lo son tanto.

La constelación de la Lira, a la que pertenece Vega (nombre en árabe que significa el águila que cae en picado), forma parte del mito de Orfeo, héroe de Tracia. La lira había sido un regalo de su padre, Apolo, y la tocaba de forma que hasta los animales salvajes y los árboles se emocionaban al escucharle. Su pasión por Eurídice fue de tal intensidad que, cuando ésta murió, Orfeo bajó a los infiernos a buscarla. Conmovidos por el sufrimiento del enamorado, los dioses accedieron a liberar a Eurídice con la única condición de que, en el viaje de regreso al mundo superior, Orfeo evitara mirarla. Pero antes de llegar, no pudo contenerse y miró a su bella Eurídice, quien al momento bajó de nuevo al Hades, esta vez para siempre. Orfeo, enloquecido, murió a manos de un grupo de mujeres libidinosas a las que había rechazado. Finalmente, él y su amada se reunieron simbólicamente en el cielo, donde Zeus colocó la lira que da nombre a esta constelación. En ella se encuentra una bella nebulosa planetaria: la Nebulosa del Anillo, por la forma que adopta vista con un telescopio.

Vega es una estrella azul, la quinta más brillante del cielo nocturno (tiene magnitud aparente 0.00), y se encuentra relativamente cerca, a tan solo 25 años luz. Ha sido muy estudiada por los astrónomos, y fue la primera estrella en ser fotografiada. Ha sido una estrella muy importante pues debido al movimiento de precesión de la Tierra fue la Estrella Polar (estrella que marca el norte) alrededor del año 12000 A.C. y volverá a serlo alrededor del año 13700 D.C.

Deneb, a la izquierda de Vega, es la cabeza de una gran cruz un poco rota, en plena Vía Láctea. El pie de esta cruz está marcado por Albireo, una bonita estrella doble, con un llamativo contraste de amarillo dorado y verde azulado, visible con instrumentos poco potentes. La alineación de las estrellas Gamma y Delta, de la Osa Mayor, cruza primero, casi en ángulo recto, la línea Deneb-Vega, y luego atraviesa la cruz del Cisne y la Vía Láctea.

La constelación del Cisne, a la que pertenece Deneb (cola, en árabe), también es conocida como la Cruz del Norte, la contrapartida de la Cruz del Sur. Representa a un cisne amigo de Faetonte, hijo de Helios. Cuando Faetonte intentó conducir el carro de su padre, los caballos se desengancharon y, en consecuencia, el Universo se incendió. Zeus, irritado, le castigó mandándole un rayo que le hizo acabar en el río Erídano. Para consolar al apenado cisne por tal pérdida, los dioses lo ubicaron en el cielo formando esta constelación. Según otras leyendas, podría tratarse o bien de Orfeo, convertido en cisne y llevado a los cielos para estar cerca de su lira, o bien del propio Zeus, que se metamorfoseó en este animal para seducir a Leda, reina de Esparta.

Esta constelación contiene la Nebulosa del Velo, la zona más brillante de los restos de una antigua supernova, así como la Nebulosa Maldita, la Nebulosa de Norteamérica y la Nebulosa del Pelícano. Pero el Cisne es más conocida por albergar agujeros negros, como el descubierto por el astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias Jorge Casares y sus colaboradores, el sistema V404 Cyg, cuya reciente actividad está siendo observada con telescopios de todo el mundo. 

El último ángulo del Triángulo de Verano lo forma Altair, a 16 años luz del Sistema Solar, acercándose a razón de 26,1 m/s. Es una estrella blanca muchísimo más joven que nuestro Sol, con sólo 630 millones de años de edad. Pertenece a la constelación del Águila. Altair, la estrella más cercana al horizonte meridional, está enmarcada por dos estrellas más débiles, más o menos alineadas con la estrella central, y que recuerdan, de alguna manera, las alas del águila. 

La constelación del Águila, que alberga a la variable Altair (la voladora, en árabe), de nuevo la estrella más luminosa, también tiene sus mitos de referencia. Fue el águila que, por encargo de Zeus, secuestró al joven y bello mortal Ganimedes para convertirlo en copero de los dioses. Éste era un joven pastor, hijo del fundador de Troya, cuya hermosura era tal, que los dioses lo quisieron en el Olimpo. Zeus, transformado en águila, lo raptó, no sin antes compensar convenientemente al padre por la pérdida de su hijo. Pero en la residencia de los dioses ya había quien les servía néctar y ambrosía: Hebe, la diosa de la juventud, hija de Zeus y de Hera. Esta última no vio con buenos ojos la presencia de tan bello competidor de su hija. Por esta razón, Zeus decidió colocar en el cielo a Ganimedes, donde estaría a salvo de peligros y podría escanciar sin problemas.

Según otro mito, esta constelación representa al águila que, desde el amanecer hasta el ocaso, devoraba el hígado del inmortal titán Prometeo, castigado por Zeus por robar el fuego de los dioses y dárselo a los mortales. La tortura duró hasta que el héroe Heracles dio muerte al animal con una flecha. Agradecido, Prometeo le reveló el modo de obtener las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides.

En cualquier caso, Zeus quiso recompensar los favores del ave rapaz inmortalizándola en el cielo. La constelación contiene cúmulos de estrellas abiertos y las nebulosas oscuras Barnard 142 y 143, con forma de una gigante E. Estas nebulosas de absorción interceptan la luz emitida por las estrellas situadas detrás de ellas y son capaces de absorber su energía.

A la izquierda de Altair y, más o menos a la misma altura, se observa fácilmente un pequeño rombo de cuatro estrellas bastante próximas entre sí. Se trata del Delfín. La estrella Gamma de esta constelación es una de las estrellas dobles más bellas del firmamento; es de color anaranjado y verde y puede verse sin dificultad con un instrumento pequeño. En el horizonte del cielo de verano se encuentran tres constelaciones zodiacales: Libra, Escorpión, con Antares, y Sagitario. También podemos ver una estrella más luminosa en horizonte, junto a Libra, es Espiga, un poco más abajo de Arcturus, en la parte baja del pacaracaídas que dibuja la constelación del Boyero, y que forma parte de la constelación de Virgo.

Las rutilantes Vega, Deneb y Altair, de color azul, amarillo y blanco, respectivamente, no son astros exclusivos de latitudes boreales ni del verano. También en otros meses se puede ver este triángulo de superestrellas, aunque no tan notoriamente. Incluso es visible, aunque invertido y cerca del horizonte, en el hemisferio sur, donde ahora es invierno. 

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