martes, 27 de diciembre de 2016

el pardillo en otoño


Por el Camino de El Pardillo llegamos a su alameda, ahora de todos los colores.

Sería acertado decir que el Convento Jesuita de El Pardillo se construyó en el siglo XVII, pues las estructuras que aún se pueden ver del antiguo convento responden a un estilo barroco. Probablemente, los monjes que ocuparon el convento lo abandonasen en 1767, ya que el 2 de abril de ese año Carlos III expulsó a los Jesuitas de todos sus dominios. A partir de este momento, el convento pasó a manos del Conde de Valdeparaíso, pero con las desamortizaciones del siglo XIX lo perdió, siendo adquirido por particulares. Actualmente, el edificio es una finca que pertenece a varios propietarios de una misma familia y se encuentra en explotación agrícola. Desde su fundación, el convento estuvo destinado al recreo y descanso de los monjes que lo ocuparon, como lo demuestra la amplia zona ajardinada que aún existe en la parte suroeste del edificio. Esta zona constaba de una gran alameda y de un huerto con diversos cultivos hortícolas. 
También era un convento sanatorio, lo que se aprecia por la existencia de un pozo en la zona del jardín, la cual servía para la relajación de los monjes. Este convento era, por tanto, un retiro espiritual para éstos. Se trataba de un edificio de dos pisos, cubierto a dos aguas con teja curva, árabe, con un amplio patio, claustro y, alrededor de éste, se encontraban las dependencias de los monjes, cuyo muro tenía más de un metro de grosor y los techos eran de artesonado. El edificio estaba dotado de un molino de trigo, una almazara, una bodega y un horno para hacer pan. También tenía amplias cuadras para los animales y un palomar. La fachada estaba realizada en ladrillo, en su mayor parte, y en tapial, con un zócalo de piedra. La puerta de acceso es un arco de medio punto con dovelas de ladrillo, y está coronada por un escudo jesuita de forma circular rodeado por una corona de espinas, en el que aparecen las letras IHS, monograma de la Compañía de Jesús, que significaba “Jesús, Hombre, Salvador”, y debajo de las letras hay un corazón con tres clavos, que simboliza la Pasión de Cristo. El escudo está rematado por un yelmo en el que aparece una leyenda, que se cree que fue añadido cuando el convento pasó a formar parte del patrimonio del Conde de Valdeparaíso. Todo el edificio está rematado por un alero de ladrillo formando dientes de sierra. Actualmente solo quedan del antiguo convento tres ventanas con su rejería. El resto fueron construidas posteriormente. Las dependencias están muy modificadas según las necesidades de los propietarios actuales de la finca, pero los accesos de éstas conservan los arcos rebajados que tenían en su origen. El patio está empedrado. Se conserva una parte de lo que fue el antiguo claustro, la estructura en arcada de la bodega y restos de la prensa donde los monjes molían la uva, algunas piedras de molino y los restos de las cuadras de los animales que había en el convento. Parece claro que la zona donde se construyó el convento fue un asentamiento romano, porque se han encontrado restos de esta época como piedras grandes talladas, varias monedas romanas, y al lado del convento hay un cerro con unas corraleras que era donde los romanos guardaban el ganado. Pero todo esto fue, posteriormente, arrasado por los ganados, y por eso se le dio el nombre de “Sierra Pelada”.

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