lunes, 2 de marzo de 2015

museos de punta arenas



Después de llover toda la noche, amanece un día espléndido. Pensamos que tenemos suerte, pero es algo común. Todos esos árboles no son harto grandes de puro viejos sino de tanta agua.

La ciudad está vacía. No hay tráfico y los negocios están cerrados. Eso se debe a que aquí se respetan las fiestas e incluso la hora del almuerzo. Es una ciudad con dinero, con empleo, que vive bien; con un alto porcentaje de clase media. Magallanes es una región alejada de Chile, con su propia bandera. Tiene petróleo y refinerías y el último aeropuerto internacional. Es curioso que está lleno de santiagueros. Hemos hablado con alguno de ellos. Piensan que no es tan caro como Santiago y se vive mejor (la vivienda es más barata, los coches, los sueldos son buenos, la gente no se queda a hacer horas, ¿no es sierto?). También es curioso que nadie viste elegante. Los zapatos de tacón son un artículo inútil. No sé si debido a la dureza del clima, pero todo el mundo viste ropa deportiva, montañera.

Hoy visitamos el Museo Regional que es el palacete vivienda del matrimonio formado por los hijos de los potentados Sara Braun y José Menéndez, que Dios los cría y ellos se juntan. Es una casa estupenda con un jardín estupendo con esos grandes cipreses que podan por abajo, con muebles estupendos. Pero hemos de decir que el alma de la casa está en el sótano, en la cocina, en el dormitorio y el baño de los criados. Allí los muebles están vivos aún y dan ganas de tocarlos, y se puede dado que su calidad no es comparable. Nos ocurre lo mismo entre los palacetes de ladrillo y estas casitas de madera que la gente hace con sus manos.

Pero también está documentada la historia de la ciudad y sus emigrantes con hermosas fotos, las zapatillas de un dálmata, las pesas del oro, los instrumentos musicales de diferentes culturas, la artesanía, el cacique mulato, el viaje de D'Urville, el famoso cuadro pintado sobre el terreno del Fuerte Bulnes y la devoradora broma (un pequeño animal marino que perfora la madera de los barcos).

Comemos en un restaurante lleno de chilenos, de familias chilenas: el Carioca. Un caldillo de marisco y un salmón riquísimo con guarnición pobre, patatas, huevos fritos y cebolla frita. Como todos los salmones de la zona, jamás pediríamos un salmón en España, está crujiente por fuera y jugoso por dentro. El sitio es popular, barato. Pruebo una cerveza local que, desgraciadamente, tiene una chapa lisa: la Polar Imperial. Una cerveza fuerte de sabor, que no de alcohol, rica.

Por la tarde visitamos el Museo Salesiano Maggiorno Borgatello, un museo impresionante con una colección de este cura de objetos de los indios de la zona , la colección de flora y fauna (mogollón de animales disecados) de su coadjutor Angel Renové y la maravillosa aportación de Alberto De Agostini, cartógrafo, fotógrafo, cineasta y extraordinario andinista, con maravillosas fotos de paisajes y películas de los aborígenes. Muy divertido e interesante. Puedo decir que se nos ha agotado el tiempo de la visita sin darnos cuenta. Una recomendación sincera a los viajeros que sin prisas se acerquen a estos confines.

Por último, disfrutamos del hostal como si de nuestra casa se tratara en un domingo soleado. Comemos unos sandwiches en su luminosa cocina hablando con los diversos hospedados de todo el mundo, y escribo este relato, pues a partir de mañana nuestra aventura no tiene WiFi y estaremos lejos del mundo computerizado recorriendo los fiordos de la Patagonia chilena. Hasta luego po. Si algún día necesitáis dormir a gusto y disfrutar de la compañía, no os olvidéis del Hostal Fitz Roy. Bueno, divertido y barato (otra opción es el barrio rojo).

¡Que la suerte acompañe a los viajeros!


Entre las curiosidades del Museo Salesiano hay una mierda fosilizada del oso gigante milodón, y que científicamente llaman fecas.

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