Me despierto en la noche. La luz de la luna lucha contra las nubes. Aunque de plomo, se ve todo el paisaje. También su final y la entrada al Golfo de Pena, a alta mar. Después empieza el balanceo del barco, las cosas cogen vida y empiezan a sonar. Siento que me mecen en la cama. Me quedo frito.
Volvemos a despertar tarde, a la hora del desayuno. Se hace difícil la ducha con este movimiento. Por el pasillo se me pone mal cuerpo. Solo desayuno un bocata. Paso la mañana en la cubierta superior, luchando contra mi estómago y charlando con Victoria de nuestras vidas, tomando el sol y viendo los fantasmas de las montañas de la costa. Luego me quedo solo, me tumbo en el suelo y me duermo.
Me cruzo con Gildas, el cuadernista y camionero bretón que llegó en carguero hasta Brasil, escrutando con su mirada azul de agua profunda. Me dice: mira, pueden verse columnas de agua de las ballenas, aunque ellas no salen, y me señala al agua, donde pueden verse los chorros verticales que se pulverizan. Me enseña un papelito donde anotó un dibujillo con un barco a contraluz que luego dibujará más laboriosamente en su cuaderno de bolsillo.
No podemos comer con estos cuerpos. Me salgo a la cubierta de popa, pero huele a ganado y gasóleo; me voy a la cama. La habitación está hecha un desastre. El ordenador, los móviles, los libros y guías, los cepillos de dientes, bolígrafos … todo está repartido por el suelo. Me tumbo. Logro dormirme. (Beni no se marea, pero le dan miedo estas olas de siete metros).
Cuando despierto, la tripulación ha decidido cambiar de rumbo, ya que la mayoría de los pasajeros estamos mareados. Meten el barco por un canal y la cosa cambia. Recupero la color y logro ponerme a dibujar más gente y paisajes. Hay una bonita puesta de sol en popa y, a la vez, sale la luna llena en proa. Todo está lleno de islas y capas de montañas que se van desvaneciendo.
Guillermo, camionero de Punta Arenas, me lía unos cigarros con su máquina. Cuando salgo a fumar, veo a Jesús y Patricia controlando estrellas y constelaciones. Son profesores de matemática celeste. Nos enseñan la Cruz del Sur a babor, que es como una cometa con el hilo que acaba en Alfa Centauro. A estribor está Sirio destacándose, y un poco a la izquierda, Orión boca bajo; los pies arriba, la espada más abajo y el cinturón abajo del todo. En Ecuador lo llaman La Mariposa. También vemos un satélite menos luminoso que se desplaza.
Es bajo este cielo, que nos dormimos.
Que aventura! Estou a gostar muitíssimo da viagem.
ResponderEliminarPues yo pienso que este capítulo es el menos afortunado.
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