domingo, 8 de marzo de 2015

alrededor del lago llanquihue


Desayunamos todos en el Hostal y nos despedimos. Martín va a Chiloé y Victoria se queda en Puerto Montt. Nosotros damos un paseo a la estación y nos metemos en el primer minibús a Puerto Vargas. Nos amenizan dos raperos jovencitos que improvisan canciones metiendo en las letras lo que pasa en el autobús. Uno canta y el otro hace la percusión con la boca. Luego, nos piden palabras y hacen canciones con ellas. Son buenos, les doy una luca.

Enseguida llegamos a Puerto Varas. Alegría de ver otra vez las casas de madera. Encontramos un Hostal impoluto y con bonitos muebles y decoración norte europea de los cincuenta. Además nos dan una habitación con terraza. Es aquí, y no en Puerto Montt, donde Victoria tenía que haber puesto su cuartel general.

Damos un paseo, comemos un menú y alquilamos un coche. Circunvalamos el Lago Llanquihue entre ripio y carretera, visitando Llanquihue, Frutillar, convertido en un Tirol idílico para el turismo, Puerto Octay y Las Cascadas. Detrás del lago están las grandes siluetas de los volcanes Osorno, Cerro Tronador y Cabulco. Puerto Octay nos gusta pues conserva las casas de madera de los primeros colonos alemanes, de allá a finales del XIX. Toda esta zona es alemana, llena de fundos ganaderos y agrícolas, granjas o fincas de vacas y corderos, con praderas entre bosques frondosos, casas grandes de madera a la alemana y unos enormes establos y graneros preciosos. También vemos iglesias luteranas y mujeres con pañuelos blancos en la cabeza y faldas por debajo de la rodilla. Y un niño pequeño con babero que nos saluda desde su jardín con la mano. Es una pena que esta alemanidad se haya explotado para el turismo hasta el tópico más falso y repugnante.

Cuando, al poco de abandonar Puerto Fonch, nos desviamos para bajar orillando el lago hacia el Sur, nos topamos con la imagen bestia del Volcán Osorno, un cono gigante con la punta nevada que impone, y nos acompañará hasta la entrada del Parque Nacional Pérez Rosales, con una vegetación tan densa como la pura selva, ya cerca de La Ensenada. Este volcán lo vio activo Darwin en 1835, desde Chiloé.

Ya el sol se está poniendo y solo ilumina la parte nevada del Osorno y sus nubes circundantes. Se cuela dorado entre los troncos de los árboles que flanquean los caminos y carreteras, y enrojece las nubes del lago que no deja de estar hermoso ya con el agua de plomo. Hacemos los últimos kilómetros hacia Puerto Varas con un ápice de luz, esperando terminar mañana la visita.

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