Toda la noche salen extraños ruidos metálicos de la bodega del barco. Sueño que un volcán erupciona en el Hondo y todo se llena de lava.
Hace un viento excesivamente fuerte. Pasamos la mañana amarrados a Puerto Natales. Desayunamos y empezamos a relacionarnos, especialmente con Victoria y Martín, de Tudela, con dos meses de vacaciones por Chile. No me queda otra que dibujar Puerto Natales y a diferentes pasajeros. Así vamos conociendo gente: el grupo de Perpignan, que hablan francés y español, Gordon y los camioneros chilenos que llevan el camión en la bodega.
Por la tarde se empieza a animar la cosa. Pasamos por la Angostura White, de solo ochenta metros, y con un glaciar a estribor a los pocos cientos de metros. Y luego el Canal Sarmiento; pero para entonces llueve tanto que ni se puede salir a cubierta, ni puede verse nada nítido tras las nubes y la cortina de agua. Y aun así es hermoso deslizarse por el agua viendo como pasan las montañas por la ventana.
Yo me coloco en un baúl de salvavidas como si fuera una mesa y empiezo a darle a las acuarelas mientras Victoria me hace alguna foto. Este viaje me parece un acierto, una auténtica pasada. Navegando entre montañas. La comida es de colegio y está prohibido el alcohol a bordo; aun así, ya lo creo que merece la pena.
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