Porque, si se perdiese con aquella tormenta, los Reyes oviesen noticia de su viaje, tomé un pergamino y escribí en él todo lo que pude de todo lo que había hallado, rogando mucho a quien lo hallase que lo llevase a los Reyes. Este pergamino enbolvió en un paño ençerado, atado muy bien, y mandó traer un gran barril de madera, y púsolo en él sin que ninguna persona supiese qué era, sino que pensaron todos que era alguna devoción; así lo mandó echar en la mar.
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