Belenes, bombillas de colores, tiendas, tiendas, tiendas, comidas y cenas y malas digestiones. Cochinillos y corderos regados con vino. Todos celebramos el solsticio de alguna manera. Por aquí se hablaba del nacimiento de un niño con superpoderes de infancia desconocida, pero cada vez menos. Se hablaba de fiestas, pero no hay tal. Comemos por inercia y porque comiendo se habla en broma. Bebemos porque bebiendo se habla en broma, alegremente. En broma somos libres de hablar. Yo hablo poco, saco un cuadernillo tan pequeño que apenas si se ve, tan pequeño que meto un pájaro en cada página; así cada cara me hace pasar página, olvidar hasta lo más reciente, cada cinco minutos empezar, como si no hubiera bombillas de colores ni belén ni tiendas esperando que nos sintamos culpables de no gastar lo poco que nos queda.
En esta colección, como en la de gente del autobús, no podemos apreciar el parecido, pero es secundario. Están lo bastante individualizados como para ver en cada uno a la persona, sea real o supuesta, eso da igual. Los vemos porque están ahí, captados.
ResponderEliminarAntropología amable...
Es curioso esto del parecido. En ocasiones, ellos no se ven, pero yo creo que tienen algo en que yo los reconozco. Muchas veces, todo el mundo los reconoce menos ellos. Casi nadie tiene una idea de sí mismos que coincida con los demás. Para mí es importante que se parezcan a la idea que tengo de ellos.
ResponderEliminarMis sobrinos usan mis dibujos en el Facebook.
Sí que es curioso: también pasa con la voz, que casi ninguno reconocemos nuestra voz al oírla grabada.
ResponderEliminarY eso que dices también me ha pasado con la pareja de la persona dibujada: todo el mundo ver clavada a la persona, menos la pareja, que se conoce que la ve con otros ojos.
De acuerdo en que el parecido lo da la idea que nos hacemos, el "aire". Hay quien reproduce fiel rasgo a rasgo, con realismo perfecto, pero queda inanimado.