Esta escultura la encontró de forma fortuita una niña de siete años, en el año 1929, en el yacimiento ibérico del término municipal de La Puerta de Segura, Jaén, denominado como oppidum de Bujalamé. La importancia de la situación del oppidum queda definida por su estratégico emplazamiento, controlando el paso desde la alta Andalucía a la Meseta y el Levante, así como la salida de productos de la Sierra. Se trata tanto de un punto de control estratégico como económico.
La escultura es una figura de bronce fundido de bulto redondo o exenta de 15,30 cm de altura y 5,10 de anchura que representa a un guerrero-sacerdote vestido con faldellín corto ceñido por un cinturón muy ancho y peinado con largos bucles que la caen hasta los hombros, con la frente ritualmente despejada, sacrificando un carnero y pisando una cabeza de lobo. La pierna izquierda se encuentra representada hacia delante con la rodilla flexionada y levantada, sirviendo de apoyo para sujetar el cuerpo del carnero. La escena se ambienta en un medio acuático enmarcado por volutas identificadas con el árbol de la vida, que sacraliza el objeto. Pudo utilizarse como mango de puñal votivo. Recientemente se ha considerado que fuera un remate de un signum equitum, vinculado a un personaje regio.
Se exhibe actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
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