Este es uno de esos pueblos extremeños cuyo nombre se repite en América. Y con razón, pues aquí nació Hernán Cortés, que por su cuenta y riesgo, también dinero, y contra la orden del gobernador de Cuba, decidió conquistar México, con la inestimable ayuda de la chinche Malinche, con la que tuviera un hijo. Y aquí se conserva, en la iglesia de San Martín, la pila donde fue bautizado.
Pero no es ésta la razón de nuestra visita a un pueblo desconocido para nosotros, apagado quizá por el explendor de la vecina Mérida. Es una señal de indicación de su puente romano lo que allí nos acerca. De tal puente apenas si habrá unas piedras, los que vemos es un fastuosa obra llamada Puente de los Austrias reconstruido casi por completo en 1630, después de la riadas de 1603 y antes de 1525, con veinte ojos y cuatrocientos metros para saltar el Guadiana. Descansamos en la ribera junto a unos pescadores, desde donde dibujo el puente y el castillo, subido el lo alto de un cerro.
La subida al castillo nos depara hermosas sorpresas: la Iglesia de San Martín, con un ábside puro románico del siglo XIII y una portada gótica y la Iglesia de Santiago con ábside tardorrománico con unas pequeñas ventanas lobuladas muy curiosas, y puertas góticas. En su interior está el centro de interpretación del Parque Arqueológico de Medellín. Pero lo más flipante es que entre el castillo y esta última iglesia se ha desenterrado un magnífico teatro romano en estos últimos años (se abrió en 2013) y que conserva perfectamente casi todo su graderío. El hecho de estar enterrado lo ha conservado, por esa misma razón toda la construcción que servía de fondo del escenario, vestuarios, entrada, taberna, etc. ha desaparecido. El ábside de la iglesia de Santiago ya está invadiendo esta zona, como puede verse en el segundo dibujo. Damos un paseo por el castillo y después por el pueblo. Y continuamos nuestra ruta.
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