El embarcadero de la Isla del Hospital del Rey está lleno. La burguesía se ha adueñado de la isla y vienen de paseo con los amigos. Médicos y abogados se saludan correctamente y a Joan no le hacen caso. Alguien dice que Matas está comprometido, está todo en marcha, con una amiga, que es de aquí, del ministro de Madrid, que es quien tiene que soltar la pasta.
Fue el hospital inglés más importante fuera de su país, llegó a tener 1200 camas. Con Fraga se proyectó como parador, nunca se llegó a a hacer. Bajo dominio español siguió siendo hospital militar hasta la Guerra de la Independencia, luego se alquiló para ganado. Después volvió a ser hospital militar de Menorca hasta 1964. Hasta este año, vivió aquí Sor Mater, la superiora de las hijas de la Caridad, guapísima, que tenía enamorados a todos.
En 1835 hubo soldados norteamericanos enfermos de cólera. En 1841, los franceses fueron expulsados del hospital. En 1943, tras el hundimiento del Roma por un misil radiodirigido alemán, acogió a 300 heridos y quemados italianos de las unidades que se salvaron y llegaron hasta el puerto de Maó. En 1966, se excavó la basílica, había 20 esqueletos de soldados españoles del XVIII. En 2004, un grupo de voluntarios deciden luchar contra su abandono creando La Associació d'Amics.
Vemos las salas, las cocinas, la lavandería. En la sala donde estuvieron los quemados del Roma, una señora rompe a llorar. Su padre fue uno de ellos y murió aquí. Su reconstrucción la pagará la Asociación de Italianos en Menorca.
Es una iniciativa que empezó desde abajo, con trabajo duro de limpieza. Al final se lo llevan los cuatro ricos. Es el caso del Claustro de San Francisco de Alaior que, después de la Desamortización, se entregó como vivienda a la gente humilde. Ahora el Ayuntamiento ha recibido muchos millones de euros para convertirlo otra vez en un claustro, para regocijo de turistas que sepan torear a la estúpida recepcionista de la Casa Consistorial.
Invitamos a comer a Juanita y Joan en Cas Ferrer, una antigua herrería que mantiene algunos elementos como el hogar y el fuelle. Es muy acogedor, se está muy a gusto y se come muy bien (unos 40 euros la persona). Joan se enrolla con el camarero, pues trabajó con su padre hace 60 años. Luego cae una pomada graniçat riquísima (gin con granizado de limón).
Como despedida, vamos al bar Peri de Migjor Gran, de gratos recuerdos. Lo dibujo. Luego vamos a la playa de Binigaus. La luz del sol que se pone llena todo de brillos naranjas.