Las mujeres toman el casino, y en las mesas, sobre las que sonaban los nudillos de las cuarenta, hay cafés descafeinados y tónicas. Leen a Cervantes, a un rancio Machado. Saco un cuadernito pequeño del bolsillo y dibujo a escondidas a estas señoras que la vida ha castigado con grietas, gafas y laca. Pero aún con fuerzas para tomar el último bastión que los hombres defienden.
¡Como debe ser!, mujeres con cabeza.
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