A la izquierda pueden ustedes ver la ciudad de Cuenca, dicen por megafonía. Entonces el avión gira y vemos la ciudad con sus casas colgadas.
A su derecha pueden ver Valencia. Y ahora, giro de avión,
pueden ver el puerto de Castellón de la Plana. Mallorca a la izquierda. Abajo la ciudad de Palma. A la derecha pueden ver La Cabrera, donde alojaron a todos lo prisioneros en la Guerra de la Independencia. Como curiosidad, a la izquierda pueden ustedes disfrutar de la Bahía de Poyensa.
Paseamos por el puerto de Maó a la hora de las cañas. La gente es amable. En el
Bar Índigo nos tomamos unos pescaditos. En los altavoces toca el grupo
Ja te diré canciones de los noventa. Miguel, el inmenso camarero, gigante y con buen rollo, nos dice que ya no existe como grupo, mientras pela patatas detrás de la barra. Cuando nos despedimos, se queda hablando con Luca, un cliente habitual italiano.
En el
Minerva, con una plataforma en el puerto, tienen un buen menú por 18 euros, que consiste en unas cuantas tapas compartidas y un segundo elegido. Finalmente comemos nueve platos diferentes, dos son postres, bastante ricos. Cuando nos levantamos se acerca un arquitecto a saludar. Me comenta que él también toma apuntes en sus viajes. Intercambiamos cuadernos y tan contentos.
Hacemos la compra en Ferreríes. La torre de la iglesia, las encaladas naves laterales unidas por bruscos arcos, la casa de la policía municipal, algunas casas viejas de tejados desiguales y con ganchillos tras los cristales y el Cristo burlón y pasota, con los pelos al viento, que se sonríe maliciosamente al enseñar su corazón desde su hornacina.
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