martes, 19 de julio de 2011

camino aragonés: de jaca a la pardina del solano



Después de un café con leche y unas tostadas con aceite y tomate, salimos hacia Pamplona por la Avenida de Nuestra Señora de la Victoria, que acaba en una ermita totalmente decepcionante para ser una virgen que ayudó  a ganar una batalla a los cristianos contra los musulmanes, como hiciera Santiago en Clavijo. Me paseo entonces por el cementerio contiguo. Soportales bonitos rodeando un paseo de viejos cipreses y tumbas. Un jardín.
Seguimos al borde del río Aragón, arropados por álamos gigantes. Jugamos con la carretera hasta que giramos a la izquierda a un robledal. Un fuerte viento del Noroeste nos pone la cabeza loca y tenemos que pasar de llevar sombrero, que sujetamos con imperdibles a la mochila. Apenas si nos cruzamos a peregrinos. Arriba del todo está el Mirador del Canal de Berdún, desde donde se ve el Valle del Aragón con su cebada amarilla recién cortada. Aún huele.
Bajamos, descansamos y jalamos un bocata de bacon, al Hotel Aragón, que regenta una pareja de moteros que han dejado su Goldwind de exposición porque cuando tenemos tiempo no tenemos dinero, y cuando tenemos dinero no nos queda tiempo para cogerla.
Subimos por una cabañera de suelo cómodo. El sol no molesta con este viento. Llegamos a Santa Cilia de Jaca, que es como llaman aquí a Santa Cecilia. Un pueblo bonito de piedra, tejados de pizarra y esas chimeneas tan rebonitas que hay por aquí. El Camping Pirineos y después un bosque de coníferas y robles a la ribera del río. En un abierto, mogollón de piedras de río dispuestas unas encima de otras, como un recuerdo de todos los peregrinos que han pasado por aquí. La verdad es que impresiona, pero no emociona. paso de ñoñeces católicas. Cuesta durita hasta el Puente de la Reina y luego el espolique con la subida interminable  a Arrés, ya a veinticinco kilómetros de Jaca.
Impresionante encontrarse de pronto este pequeño pueblo de piedra con su castillo. Damos un paseo y nos metemos a una fonda a comer. La mesonera, muy simpática, nos pone unas lentejas y un bistec de ternera que, aunque blanquita, está jugosa, sabrosa y en su punto. Antonio se queja de que dejen pasar a los gatos en la cocina. Nosotros no estamos para nada, quizás para una buena cama y un ventilador.
Sólo nos queda bajar Arrés y pasar los campos de cereal hasta la Pardina del Solano, una casa rural montada en una finca de cereal, con caballos, bodega y un hermoso patio rústico. Sara nos espera con los agrícolas, brandy con sprite, y referesquitos de limón. Después de la comida nos hemos quedado agarrotados y no viene mal un tres en uno. Hacemos la colada en la lavadora, nos duchamos y nos tiramos en el patio con los bocalibres, esperando que nada pase y haciendo tiempo para que la señora nos ponga una buena cena. Comparada con la de ayer, esta etapa es casi un paseo.

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