Cuando cargo los cubos en el pilón y veo las avispas revolotear, recuerdo que he soñado con muchas avispas. Levantaba esa máscara al muerto y no se veía ningún rostro, sólo avispas, muchas avispas.
Y Tranqui, y el maíz gigante. Quizás estoy metido en él. Pongo el reloj, quien sabe si, al llegar a las nueve, despierto con los chiflitos del agua.
Llenamos el maletero. Los ojos del sueño aún me brillan. Me siento raro conduciendo. Las cosas pasan por el cristal y yo me siento ajeno. Es cuando pienso que algo importante se me escapa mientras el coche se aleja. Soy capaz de verme conduciendo entonces, con el automático. Ajeno a los coches y al mundo. Cruzamos el puerto y entramos en el valle punteado de encinas. Soy capaz de cruzar la puerta, el pasillo, la escalera. Quizá el sótano. Cualquier oscuridad que nos acoja para empezar de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario