domingo, 31 de julio de 2011
muchos gallos para un corral
Y ya viejunos. Las gallinas van a perder la cordura. ¿Quién nos guiará?
Saludo a Bruno, que se llama José Antonio, y me dice que se la recen, que parece una tontería pero es lo único que funciona. En Los Arcos está Marce comiendo pipas. No me ha conocido con esta barba de chivo, sólo por la libreta. Pienso que mi libreta se está haciendo famosa y ya no voy a poder dibujar a nadie. Su hijo está de camarero. Y tengo otra hija con dieciocho años, nos vamos haciendo viejos. Por aquí sólo se ven hijos de hijos, seguro que ya de Madrid.
Por la noche hay una actividad tipo Pinar del Río: Concierto de la Asociación Folklórico-Cultural "Virgen de la Antigua de Mestanza". Beni se anima. Un montón de guitarras y bandurrias y la Jesi cantando. Así no se puede competir con Santiago y sus conciertos de Zaragoza. Aun así, los dibujo. ¿Qué puedo perder ya en este pueblo donde ya no soy más que una libreta?
Los piojos eran valiosísimos, pues se habían convertido en algo tan útil para dar fe de nuestra insignificancia como lo son las joyas para dar fe de eso que llaman éxito.
Paso el tiempo leyendo a Genet. Diario del ladrón. Había olvidado lo bueno que es. Lo que es escribir sin miedo, sin ningún traje estúpido. Cómo sacar de la vida lo bello, aún entre la mierda. Esa belleza inocente allí donde todo es violencia. Recuerdo ver un corto suyo (creo que el único que filmó) llamado Una historia de amor. Ese amor miserable de las cárceles y los urinarios, ese amor sucio y resplandeciente en las situaciones más adversas.